Colau acusa a la Generalitat de llegar a Barcelona igual que al Segrià: tarde
La alcaldesa dice que más y mejores rastreos habrían evitado las restricciones
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, protagonizó ayer una rueda de prensa exquisita en las formas con la Generalitat, a la que prometió “acompañar” y “ayudar en todo lo necesario”, pero con cargas de profundidad que revelan la distancia y las discrepancias entre ambas instituciones. El Govern, dijo la alcaldesa, ha llegado tarde al Segrià y a l’hospitalet de Llobregat, “y llega ahora tarde al área metropolitana”.
El Ayuntamiento alertó de que 120 rastreadores eran pocos, “y el tiempo nos ha dado la razón”. La alcaldesa, flanqueada por Jaume Collboni y Gemma Tarafa, el primer teniente de alcalde y la concejal de Salut, recalcó que no solo era una cifra “totalmente insuficiente”. También ha habido “problemas y déficits de comunicación y de seguimiento”.
Colau, que cree que con más y mejores rastreos no se habría llegado a esta situación, criticó que se pidan esfuerzos adicionales a una ciudadanía a la que ya se le ha exigido mucho. Esa misma ciudadanía, dio a entender, reclama en compensación “coordinación y claridad”. ¿Se han dado estas condiciones? A tenor de las críticas vertidas en la comparecencia municipal, no. El Ayuntamiento, que dijo conocer las recomendaciones y prohibiciones “media hora antes” de que se hicieran públicas, ha pedido ya aclaraciones. La propuesta del Govern no se pronuncia, por ejemplo, sobre la situación de las grandes superficies comerciales.
No todo son críticas. El Consistorio ve muy positiva una de las medidas precisamente más cuestionadas estos días por la justicia: la prohibición de que haya reuniones de más de diez personas.
Pero incluso el elogio que hizo Colau de esta propuesta, a la que el juez dio ayer su visto bueno, parecía llevar un reproche implícito. Esta medida, dijo la alcaldesa, “no es arbitraria... es la que tiene más sentido de todas”.
La Generalitat ha apelado a la responsabilidad individual y colectiva de la sociedad para que no haya más contagios. ¿La playa? Mejor no ir. ¿Las segundas residencias? Mejor no ir. Barcelona, sin embargo, no está confinada y no está claro qué podrán hacer los Mossos d’esquadra y la Guardia Urbana en los puntos de control informativos con los barceloneses que inicien hoy el éxodo de las vacaciones. La alcaldesa reclamó a la Generalitat que no lance la toalla, que ponga toda la carne en el asador, que no descargue culpas “y que no se centre solo en medidas restrictivas”. Y, también, que sea más clara.
En busca de claridad, Colau mantuvo ayer una reunión con los alcaldes de otras cuatro localidades con playa (Badalona, Sant Adrià de Besòs, El Prat del Llobregat y Viladecans) para adoptar posturas conjuntas. Conjuntas, no idénticas. Cada municipio podrá decidir qué hacer.
Barcelona ya ha mostrado su predisposición, más que a cerrar los arenales, a imponer aforos más limitados y a reforzar las medidas de vigilancia y control. Y eso mismo vale para los comercios, teatros y centros deportivos municipales, “donde no se ha registrado ni un brote”. Los deportes de equipo o de contacto se pueden ver afectados, pero por qué vetar la práctica individual del ejercicio, “que también es salud”, recordó la alcaldesa.
Como la justicia avala la medida (cosa que no ocurrió en l’hospitalet y sí en Lleida, para mayor pasmo de la ciudadanía), Barcelona limitará el aforo en bodas y servicios funerarios a un máximo de diez personas. Curándose en salud y sin que nadie se lo pidiera ya ha habido asociaciones de vecinos que han suspendido sus fiestas mayores, como las de los barrios del Poble Sec, Baix Guinardó y la Teixonera.
ELOGIO CON CRÍTICAS El veto a las reuniones de más de 10 personas “es la medida con más sentido de todas”