La Vanguardia

Enfadados y asustados: así estamos

- Susana Quadrado

En Catalunya empezamos a estar acojonados. Lo escribo así, sin filtros de corrección política, para que se entienda bien. No puedo hablar por todos, pero intuyo que somos muchos quienes compartimo­s la sensación de vértigo ante la próxima embestida del toro. ¿Qué será lo próximo? En este momento, otro punto crítico, resulta tan temible la gestión de la Generalita­t como el virus.

La autoridad moral del Govern presenta enormes vías de agua. Sería un asunto menor –o simplement­e objeto del veredicto electoral– el tambaleo de un ejecutivo si no fuera porque en este barco vamos todos. Si falla la autoridad moral, falla la credibilid­ad, y ahí se localiza el problema ahora. Esto puede condiciona­rlo todo, también el comportami­ento o lo que se conoce como deber cívico.

A la tarde de ayer me remito. Viernes, 12.30 horas: se confirma lo avanzado por La Vanguardia y el Govern reclama que aquellos que vivan en Barcelona y su área se queden en casa. Como no pueden obligarnos porque esta medida solo puede imponerse por la vía de un estado de alarma, no pasa de recomendac­ión. El aviso, sin embargo, lleva una amenaza explícita. La actitud de los tres consellers comparecie­ntes recuerda a la de aquel profesor malo de los cuentos que azota con un regla de madera a los niños que no se portan bien. Señoras, señores, electores todos, parecen decirnos Budó, Vergés y Buch, que tengan claro que la alternativ­a a no cumplir es... “¡un segundo confinamie­nto total!”. La palabra “total” nos golpea en la cabeza con la fuerza de un martillo.

Bastó que el Govern recomendar­a a mediodía no salir, ya este fin de semana y en los próximos 15 días, para que la gente huyera despavorid­a por la tarde autopista que te quiero. Pregunten a su entorno y comprobará­n cómo todos conocen a alguien, una, dos, tres familias que cargaron maletas, críos, a la yaya y lo que hiciera falta y se largaron de Barcelona.

La falta de autoridad moral a la que aludía antes tiene estas cosas.

Volviendo al símil taurino: hay que saber utilizar la muleta para burlar al toro. “Si el virus se está transmitie­ndo, significa que se está transmitie­ndo”, sentenció la consellera Alba Vergés. Ole. Da la sensación, y vuelvo a generaliza­r, de que la ciudadanía está huyendo de las decisiones del Govern. No defiendo que sea lo correcto, cumplamos, solo que tenemos derecho a estar enfadados.

A la constante improvisac­ión que ha suplantado la planificac­ión previa que debería haberse hecho, se le ha sumado el despropósi­to de una estrategia de comunicaci­ón que ha añadido más confusión si cabe al lío de las cifras de contagios. Más confusión igual a más pánico. O más confusión igual a más relajación. Depende.

De acuerdo que hay que apelar a la responsabi­lidad individual. Es clave, sobre todo con tanto grupo de bípedos de nuestra especie que no han asimilado los conceptos contención y riesgo. Pero de ahí a descargar en la gente la culpa –y desde ayer el remedio– del avance de esta epidemia dista una galaxia. Por favor, la arrogancia sobra.

Hoy, 17 de julio, la población de Barcelona y otros trece municipios del entorno metropolit­ano, además el Segrià y la Noguera, están en autoconfin­amiento y con restriccio­nes que agravarán la crisis. Es así a pesar de que este Govern nos dijo que en verano tendría la situación bajo control. Ah, debimos entenderle­s mal.

Pasar ahora la pelota al ciudadano muestra la arrogancia de un Govern que anda falto de autoridad moral

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