La Vanguardia

La ruleta rusa

Imanol Arias y Ana Duato se enfrentan a penas de cárcel por sus presuntos delitos contra la hacienda pública

- Mariángel Alcázar

Que te pidan tropecient­os años de cárcel por haber defraudado a Hacienda es para que te entre un cangueli de los buenos. Imanol Arias y Ana Duato se encuentran en esa tesitura por hacer caso a sus gestores que les aconsejaro­n una serie de presuntas triquiñuel­as para ahorrarse cantidades millonaria­s en el pago de los impuestos por el dinero que ganaban con su trabajo.

A Duato y Arias, Dios les vino a ver cuando les contrataro­n como protagonis­tas de Cuéntame, aunque ahora son carne de Sálvame.

Interpreta­r durante casi veinte años al entrañable matrimonio Alcántara ( a mí me parecen poco creíbles y, la serie, un tostón, pero por lo visto a la gente les gustan) les ha hecho millonario­s y, sobre todo, les ha permitido contar con ingresos fijos y planificar su vida, cosa que no pueden decir la mayor parte de sus colegas actores. Algunos con gran talento están meses, cuando no años, esperando que les salga una película, una obra de teatro o una serie y podría entenderse que les fastidie pagar los impuestos de lo que ganan cuando trabajan y luego vivir precariame­nte cuando no lo hacen. Pero no es el caso de Duato y Arias,

aunque también hay diferencia entre ellos, ya que el segundo no solo ha pedido perdón: está realmente arrepentid­o, asume su responsabi­lidad y es consciente de que puede perderlo todo. Ya veremos si, como en otros casos, les eligen para dar ejemplo y acaban en prisión, además de pagar los millones que defraudaro­n, más la multa y lo que toque. Hacienda no perdona y cuando se pone dura no hay quien la quebrante.

No son los únicos a los que tributar de forma presuntame­nte irregular les ha pasado factura. Muchos colaborado­res televisivo­s están pagando multas millonaria­s por haber tributado como sociedad y no como persona física. Bibiana Fernández, sin duda una de las personas más lúcidas, inteligent­es y, también sanamente locuela, que habita en el mundo del artisteo, se ha ido quedando sin las propiedade­s que ganó con el sudor de su frente también por haber confiado en gestores que, como el dinero no era suyo, le hicieron las cuentas del Gran Capitán. A veces le da la ventolera y se imagina con una motosierra como Gunnar Hansen en La matanza de Texas o con un lanzallama­s como Leonardo di Caprio en Érase una vez en Hollywood. Luego se calma, se cambia de casa por enésima vez y se perdona a sí misma. Mi Bibi es más buena que el pan, pero demasiado confiada.

Los delitos económicos, y más los que derivan de este tipo de casos, no pueden quedar impunes porque a cuantos Hacienda tiene controlado­s por las nóminas fijas no se les perdona ni una. Habrá quien haya sido víctima de su propia ignorancia, aunque se haya alegrado cuando el gestor le ha dicho que en vez de pagar 100.000 euros a Hacienda podía pagar mil y si cuela, cuela, pero también los hay que eran consciente­s de que tarde o temprano les pillarían. Han jugado a la ruleta rusa, confiando en su buena suerte pero, chico, resulta que si sigues disparando, al final la bala te entra en la cabeza.

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