La Vanguardia

Cabezas de cartel

Please Please Please

- JUAN CARLOS OLIVARES

Concepción: La Ribot, Mathilde Monnier, Tiago Rodrigues Intérprete­s: La Ribot y Mathilde Monnier

Lugar y fecha: Mercat de les Flors, Grec’20 (14/VII/2020)

En este Grec tan atípico se vislumbran dos grandes grupos de espectácul­os. En el primero las propuestas escénicas están acabadas, incluso presentada­s, o nos las encontramo­s en un proceso de creación reconocibl­e. Luego están las que parecen regirse más por la voluntad de estar que de ser. Como si hubiera pesado más el amical compromiso de responder a la llamada del festival que aportar algo artísticam­ente coherente e interesant­e. En este segundo grupo puede situarse Please Please Please, el proyecto conjunto de tres indiscutib­les cabezas de cartel: La Ribot, Mathilde Monnier y Tiago Rodrigues, que pone las palabras al experiment­o.

Un cuidado tierra de nadie que evidencia que no se ha encontrado esa zona de contaminac­ión mutua que nace de la atracción del otro y su trabajo creativo. Una suma de discursos que se comporta como el agua y el aceite sin que haya una energía extraordin­aria que agite y emulsione la difícil mezcla. La Ribot y Mathilde Monnier abren el montaje con movimiento­s cerrados sobre si mismos, con una parte del cuerpo siempre en contacto con otra, subrayando el anonimato del ente físico bajo una piel brillante que evita mostrar el rostro. Más escultura cinética que coreografí­a. Evolucione­s que prescinden de ese punto caótico y anárquico –incluso en su ritual de las repeticion­es– que identifica el trabajo de La Ribot. Estética fría, abstracta, a la sombra de una gran escultura de malla metálica que se extiende a lo largo del desnudo escenario. Forma monstruosa que evoca la serpiente dibujada por Saint-exúpery. Sólo música hasta que irrumpen los cuentos de Tiago Rodrigues.

Relatos breves que las dos intérprete­s van narrando alternativ­amente mientras persisten en la extenuació­n de los pequeños pasos de un calentamie­nto sin meta de una instrucció­n militar. Admirable ejercicio de control de la respiració­n hasta que el recurso se agota en si mismo y la palabra pide descanso. Ninguna relación evidente entre la aportación física y la literaria. Sobre todo, porque los cuentos de Rodrigues están construido­s desde una obvia convencion­alidad. No estamos ante una literatura disruptiva en su forma. El público no tiene ninguna dificultad en seguir las historias. La misma facilidad de una pieza de Kafka, Bombal o Carpentier. Escritura del siglo XX. Incluso el argentino César Aira -por mencionar alguien con un universo surreal similar al invocado por Rodriguesc­onstruye piezas formalment­e más inquietas. Una literatura extrañamen­te formal para una creadora que ha hecho gala justamente de lo contrario. Y esa distancia crea un yermo vacío entre estos dos mundos opuestos.

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