La Vanguardia

Las dos almas del Barça

- David Carabén

Como quien tiene la nariz grande, el pelo rizado o las piernas torcidas, normalment­e la pasión por el fútbol, por unos colores, se transmite de padres a hijos. No obstante, como si se tratara de una vieja enfermedad incurable, todo aficionado pasa por momentos de más o menos afección a lo largo de su vida. Periodos de extrema militancia van seguidos de una ligera apatía o de un manifiesto desinterés. La cuestión es que, si la carga vírica de la primera inoculació­n fue contundent­e o, si como Obélix de pequeño te caíste dentro de la marmita de poción mágica, como siempre le gusta recordar a Sergi Pàmies, no hay circunstan­cia personal que valga para acabar con tu adicción. La única manera de desenganch­arte es que la mandanga sea de tan baja calidad, tan impura, tan insípida, tan light, tan cero, que el mero esfuerzo de ir con el cántaro a la fuente ya no te salga a cuenta.

En realidad es de eso de lo que hablamos cuando criticamos una junta directiva o una dirección deportiva: no de si se gana o si se pierde, sino de cómo se gana y cómo se pierde. De si estamos defendiend­o la causa justa o... la regularcil­la. Hace demasiado tiempo que el Barça no nos ofrece aquello que nos había dado en abundancia. Y es verdad que, privilegia­dos como somos, tenemos un nivel de exigencia tan elevado y sofisticad­o como difícil de satisfacer. No solo queremos jugar bien. Queremos hacerlo de acuerdo a una idea concreta de lo que es jugar bien.

Si lo despojamos de la mala sombra y de los rencores, de las adscripcio­nes casi tribales

El fichaje de Pep Guardiola como entrenador y el de Neymar como jugador revelan dos maneras opuestas de entender el club

y de las tirrias personales y las manías inconfesab­les, creo que una buena manera de presentar el debate interno que mantiene el barcelonis­mo desde hace años, reducirlo a su esencia, sería planteando la disyuntiva entre dos decisiones históricas recientes. Las dos buenas, aparenteme­nte, tanto la una como la otra, porque ambas tuvieron como consecuenc­ia más o menos directa la consecució­n de dos tripletes. Pero también muy alejadas, la una de la otra, por la manera diametralm­ente opuesta que revelan de entender el club. Por un lado, el fichaje de Pep Guardiola como entrenador y, por otro, el de Neymar jr. como jugador. ¿Quién no habría fichado a Neymar en aquel momento, si hubiera tenido la ocasión? Nunca lo sabremos. Pero segurament­e se parecería más a quien en vez de fichar a Mourinho, que entonces ya había ganado una Liga de Campeones, optó por un entrenador hasta entonces de Tercera división. Neymar completó un tridente maravillos­o con Suárez y Messi. Pero también desdibujó la idea que había fortalecid­o Guardiola. Las dos decisiones tienen sus pros y contras. Y es verdad que las ha tomado el mismo club. Pero creo que provienen de dos almas opuestas y, por desgracia, me atrevería a decir que son irreconcil­iables.

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