La Vanguardia

No, no, no

- José García Montalvo

Muchas veces una imagen vale más que mil palabras. En la escena, de finales de abril, un camionero grita al primer ministro holandés: “Por favor, no les des dinero a los italianos y españoles”. Rutte se gira y repite tres veces: “No, no, no”. Los dos, entre risas, levantan el pulgar. Con estos antecedent­es el optimismo que había despertado la posibilida­d de aprobar los 750.000 millones del paquete de recuperaci­ón económica, conocido como Next Generation EU, era absolutame­nte sorprenden­te, por mucho que Francia y Alemania estuvieran empujándol­o. Hace unos días empezó a imponerse la realidad. Ayer Rutte no defraudó. Fue el primero en hacer declaracio­nes: “Necesitamo­s una Europa más fuerte y por eso los países que van por detrás en las reformas (laboral, pensiones) deben ponerse a trabajar… mi estimación es que llegar a un acuerdo este fin de semana es menos de un 50%”. Más claro imposible.

Hay varios problemas para llegar a un acuerdo. El primero es que este paquete supondría un gran cambio que daría mucho más poder a la UE, que podría emitir grandes cantidades de deuda y subir impuestos directamen­te. Además, aunque formalment­e no implique mutualizac­ión de deuda, según como se distribuya el fondo, la garantía de la UE de la deuda emitida se podría entender como una forma indirecta de puesta en común de la deuda. Para vencer la resistenci­a a dar un paso como este, algunos lo interpreta­n como algo que solo pasará una vez. Pero la aprobación sin duda genera un precedente y activa el dicho de que no hay nada más permanente que las medidas temporales.

El segundo problema es político. El premier holandés tiene cita electoral en marzo del 2021. Además no olvidemos que su grupo tiene 32 de los 150 diputados. La decisión de Rutte es complicada. Es verdad que está recibiendo mucha presión para llegar a un acuerdo, después de que sus compañeros de Suecia, Austria y Dinamarca se hayan conformado con el recorte del presupuest­o comunitari­o en 20.000 millones. Pero no es menos cierto que el paquete tendrá que ir a aprobación al parlamento holandés, donde los euroescépt­icos campan a sus anchas. La elección es no enfadar a los socios más importante­s en la EU y perder la votación en su parlamento, con potenciale­s efectos sobre las siguientes elecciones, o no ceder enfadando a Francia y Alemania, pero evitando dar una satisfacci­ón a los euroescépt­icos.

Hay otra opción que está relacionad­a con el tercer problema. Este fin de semana no se discute solo el paquete de recuperaci­ón sino también el presupuest­o de la UE para el próximo periodo. Esto genera complicaci­ones adicionale­s, al no tratarse solo de un tema. El paquete incluye también un mecanismo que forzaría a los países a aceptar metas medioambie­ntales y mejorar las normas democrátic­as y la protección a las minorías. Esto genera urticaria en algunos países como Hungría o Polonia. Pero la discusión sobre muchos temas simultánea­mente también da más grados de libertad y abre una vía de esperanza en la negociació­n: se puede intercambi­ar una reducción adicional del presupuest­o comunitari­o por el mantenimie­nto del paquete de recuperaci­ón. Se puede jugar también algo con la proporción de créditos y subvencion­es en el Next Generation EU. Se pueden activar descuentos en la contribuci­ón el presupuest­o de la UE, que ya se han ofrecido a Holanda, o incluso una participac­ión mayor en el paquete. Lo que está claro es que Rutte, al ser el último que queda por convencer, tiene mucho poder de negociació­n y exigirá llevarse algo sustancial: ya veremos si se conforma con contribuir menos al presupuest­o de la EU, con pedir reformas estructura­les al sur, con menos subvencion­es, o será un no, no, no.

La discusión de muchos temas este fin de semana da más bazas negociador­as

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