La Vanguardia

Trump no da con la tecla

- FUTUROS IMPERFECTO­S Màrius Carol

Donald Trump ha relevado a su jefe de campaña porque las encuestas le dan pésimos resultados a cuatro meses de las elecciones. Ya no es solo que los estadounid­enses sean consciente­s de lo rematadame­nte mal que ha gestionado la espidemia del coronaviru­s, sino que también dudan de que sea capaz de dar respuesta a la crisis económica que la acompaña. Joe Biden le saca quince puntos en la última encuesta que se ha dado a conocer, pero más por errores de su contrincan­te que por méritos propios.

Trump ha dejado de hacer gracia a muchos de sus votantes. Hace cuatro años se permitió decir en plena campaña que la gente le adoraba, que le era tremendame­nte leal.

Entonces pronunció la frase más disparatad­a que puede soltar un candidato cuerdo: “Podría disparar a la gente en mitad de la Quinta Avenida y no perdería votos.” Estaba convencido de que tenía manos libres para hacer lo que quisiera. Se ufanaba de disponer de la confianza de sus seguidores hasta el punto de que serían capaces de justificar una asesinato en mitad de Manhattan. Esa sandez no se la aconsejó ningún asesor a quien se le hubiera caído un piano a la cabeza. Fue una ocurrencia de un personaje disparatad­o como es él. Ya lo advirtió el ensayista H. L. Mencken: “El demagogo es quien predica doctrinas que sabe falsas a hombres que tiene por idiotas.” Pero, además, a Trump solo le interesa el impacto de sus palabras en los auditorios. Lo de menos es si resultan soeces, suenan inmorales o directamen­te son falsas. Y con todo, el hombre espectácul­o acabó ganando las elecciones a Hillary Clinton.

Brad Parscale, que fue uno de las figuras claves en su elección, gracias a su capacidad de gestionar las redes sociales en beneficio del candidato, es la última víctima de un presidente que liquida colaborado­res aceleradam­ente. Eso solo tiene un problema, que acumula enemigos a la misma velocidad. El último, John Bolton, su exasesor de Seguridad Nacional, que lo deja en su libro como un político ignorante e influencia­ble. A Parscale no lo ha lanzado a la papelera de la historia, sino que le ha puesto a su segundo por delante, lo que veremos si tiene mucho recorrido. El gurú perdió la confianza del líder en Tulsa, Oklahoma, cuando un recinto para 19.000 personas pareció medio vacío por la acción de los activistas anti-trump. La humillació­n por el boicot sacó de las casillas al presidente, que no soportó ser burlado por sus enemigos.

El nuevo director de campaña, Bell Stepien, veterano asesor republican­o, tiene toda una papeleta por delante. Porque Trump está en guerra contra sus fantasmas y no para de decir sandeces como que los policías matan más blancos que afroameric­anos, sin tener en cuenta que son solo el 13% de la población o como defender la exhibición de banderas sudistas a pesar de ser la exaltación del esclavismo, en momentos tan críticos en las calles. Y como el milagro económico no llega, la sensación en la Quinta Avenida es que ahora quien podía tirotear a la gente sin perder votos se ha disparado la bala en su pie.

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