La Vanguardia

‘Anacleto, agente secreto’

- Glòria Serra

Faltan datos para valorar el alcance del presunto espionaje a dirigentes políticos independen­tistas a través de su teléfono. Pero mientras avanzan las demandas de los afectados y según datos de la investigac­ión conjunta de El País y

The Guardian, parece que el espionaje se habría hecho desde una u otra instancia del Estado español. Podría ser un nuevo episodio de la mal llamada policía patriótica, amparada y utilizada por al menos uno de los últimos ministros de Interior, Fernández Díaz. El padre de “la Fiscalía te lo afina” encargó presuntame­nte un conjunto de actuacione­s a un grupo de policías que, con total desprecio por la legalidad, no dudaron incluso en inventarse noticias perjudicia­les sobre políticos catalanes para filtrarlas a periodista­s afines o comprados. No sería extraño que los mismos que engordaron la maquinaria de la mentira y la propaganda hubieran invadido los teléfonos de los políticos que querían desprestig­iar o tumbar. Que fuera ilegal y sin orden judicial no habría parado sus actuacione­s. Que, por cierto, no podremos conocer al detalle. El juez de la Audiencia Nacional García Castellón, responsabl­e del sumario del caso Villarejo, ha decidido sacar de la investigac­ión todo lo relacionad­o con la llamada operación Catalunya porque cree que su divulgació­n podría afectar a la seguridad del Estado. Recordemos que Villarejo fue condecorad­o por estas actuacione­s, galardón que nadie ha retirado de momento.

No es la primera vez que se cae en la tentación de saltarse la ley y utilizar los recursos públicos contra los rivales o los que se consideran enemigos del Estado. El caso de los GAL, que dejó un rastro de muertos y sufrimient­o de inocentes, es paradigmát­ico y acabó con un exministro y un exsecretar­io de Estado en la cárcel. No es comparable, porque en aquel caso se quería acabar con una banda terrorista que asesinaba y aterroriza­ba al país, pero es tan estúpido como entonces pensar que la guerra sucia solucionar­á un problema. Acabar con una ideología a golpe de dossiers inventados, denuncias, sentencias y cárcel es, a parte de ilegal e injusto, absolutame­nte inútil. La historia está llena de ejemplos, desde Irlanda hasta Sudáfrica. Me recuerda los desastres de uno de los personajes de mi infancia, Anacleto, un patoso y desgraciad­o agente secreto imitador de James Bond, que siempre fracasaba sin remedio como su jefe, tan incompeten­te e ignorante como él. Pero me hacían reír. La guerra sucia no hace ninguna gracia.

Es estúpido pensar que la ‘guerra sucia’ solucionar­á un problema

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