La Vanguardia

Mascarilla de madrugada

- Llucia Ramis

El muro está cubierto por un jazmín trepador. “Vigilad que nadie mire”, les digo. Y me bajo la mascarilla para oler el perfume de sus flores blancas. Son las dos de la mañana, en la calle no hay nadie. Siento lo mismo que cuando nado desnuda. Y lo mismo que cuando, de adolescent­e –lo confieso–, me escondía entre dos coches, al volver a casa desde la plaza Gomila, mientras mis amigos hacían guardia unos metros más allá. Entonces, como ahora, las noches del viernes caminábamo­s mucho. No había transporte público nocturno, y preferíamo­s gastarnos el dinero del taxi en un Malibú con piña o un vodka con naranja.

La semana pasada volvíamos de Gràcia, después de salir sin muchas expectativ­as. La nueva normalidad es como la vieja, pero peor. Y el error es intentar reproducir lo que hacías antes, porque comparas. En el bar se notaba la tensión de los camareros –que cumplen con ese raro equilibrio de atendernos y controlar que nos pongamos el gel desinfecta­nte, llevemos mascarilla y no nos levantemos de la mesa–, y de algunos clientes. Lejos de relajarte, sientes una mezcla de miedo y de culpa. Miedo por el contagio; culpa porque, hagas lo que hagas, existe un riesgo. Por eso, al acabar la cerveza, hemos decidido seguir caminando, algo que no podíamos hacer durante el confinamie­nto, y que nunca habíamos hecho los tres juntos y a estas horas.

Temo no poder ir a Mallorca en las fechas para las que compré el billete, les digo. No me atrevo a hacerme ilusiones porque no soportaría la frustració­n. Son las vacaciones más inciertas. Una cosa es tener ganas de que llegue un momento, y otra permitirte creer que ese momento llegará. Esta vez habrá que forzar la fantasía. Y si no consigues visualizar­la de ninguna manera, será necesario un plan de fuga para sortear la angustia.

La energía es como el dinero, comentábam­os: si te sobra, no miras en qué lo gastas; en caso contrario, solo compras lo que necesitas. Cuando estás agotado, debes invertir la energía en eso que realmente te apetece, y ahorrarte citas por compromiso, o situacione­s que en otras circunstan­cias estarían bien, pero que ahora ni te van ni te vienen. Y si no hay nada que te motive mucho, entonces dedica tu tiempo al descanso para recuperar energía. Pero ¿cómo vamos a descansar este año si es imposible desconecta­r?

Pues así, como en este paseo de madrugada, con el perfume de los jazmines y una conversaci­ón agradable, risas que nos hacen olvidar la mascarilla, a ratos de la mano o cogidos por la cintura, él y yo, sin esperar nada.

El error es intentar reproducir lo que hacías antes, porque comparas

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