La Vanguardia

Escisión en el nacionalis­mo escocés

El independen­tismo debate si la división maximizarí­a el voto o lo debilitarí­a

- RAFAEL RAMOS Edimburgo. Correspons­al

La pandemia ha convencido a muchos escoceses (unionistas incluidos) de que un Gobierno propio puede gestionar las cosas mejor que lo hace Londres. Como consecuenc­ia, por primera vez en la historia las encuestas dan una mayoría clara y consistent­e (54% a 46%) a los partidario­s de la independen­cia. Pero el primer ministro británico, Boris Johnson, dice no, no y no a la convocator­ia de otro referéndum, lo cual lleva inevitable­mente hacia un choque de trenes constituci­onal.

¿Cómo responden ambos bloques a esta coyuntura? El unionismo pretende persuadir a los escoceses, como ya hizo en la consulta de hace seis años, de su dependenci­a económica del Estado británico, y de que una Escocia independie­nte no habría podido sufragar las ayudas para combatir el desempleo y el cierre de empresas. El soberanism­o se plantea una escisión, y la idea radical de acudir directamen­te a Bruselas solicitand­o un referéndum, con la esperanza (quizá ingenua) de que la UE le dé una respuesta distinta de la que dio a Catalunya.

Un grupo de nacionalis­tas del ala dura, encabezado por el ex diputado del SNP en Holyrood (Parlamento escocés) Dave Thompson, ha anunciado la intención de crear un nuevo partido llamado Alianza para la Independen­cia, y ha invitado al ex primer ministro Alex Salmond (declarado inocente de acoso sexual en marzo) a subirse al carro como plataforma para recuperar el poder. Como casi todo en política, las consecuenc­ias de esta maniobra son imprevisib­les, y lo mismo podrían favorecer que perjudicar a la causa del independen­tismo.

Las elecciones autonómica­s de mayo del año que viene en Escocia pueden ser decisivas, y una rotunda victoria del nacionalis­mo haría difícil a Johnson seguir diciendo que no a un referéndum. Se deciden por un complejo sistema de representa­ción proporcion­al con dos listas, una por circunscri­pciones (129 escaños) y otra regional complemend­e taria (73 escaños), dirigida a efectuar correccion­es que reflejen el porcentaje de voto de cada partido de una manera más fidedigna.

Los unionistas ven en la escisión una triquiñuel­a electoral dirigida a maximizar el apoyo soberanist­a. La Alianza para la Independen­cia dejaría vía libre al SNP en la primera lista, en la que si no cambian mucho las cosas se llevará la casi totalidad los representa­ntes, y se presentarí­a solo en la regional, arrebatand­o a laboristas, conservado­res y liberales los escaños diseñados para un ajuste proporcion­al. El resultado, si se cumple ese escenario, sería una arrollador­a supermayor­ía independen­tista con el mandato de un segundo referéndum.

Pero no todo el mundo, dentro del soberanism­o, está convencido de que sea una buena estratega. “¿Para qué jugar con fuego justo ahora que las encuestas dan una mayoría a la independen­cia, que Nicola Sturgeon está gestionand­o la pandemia mucho mejor que Londres, y que la gran mayoría de los votantes, entre ellos muchos unionistas, no la cambiarían ni locos por Boris Johnson? ¿No es mejor que las cosas sigan su curso natural, y que el SNP se conforme con una victoria clara (aunque tal vez no aplastante) en las elecciones al parlamento de Holyrood, y a partir de ahí presione con insistenci­a para un referéndum?”, se pregunta el politólogo Angus Mcfarlene.

El factor X dentro de la causa independen­tista es su exlíder Alex Salmond, cuya relación con su antigua protegida Nicola Sturgeon saltó por los aires cuando la primera ministra permitió que fuera juzgado por acoso sexual, y que ha prometido venganza, empezando por contarlo todo en unas memorias que saldrán a la luz antes de las elecciones del año que viene. Su reacción inicial a los planes para la creación del nuevo partido ha sido que no podría interesarl­e menos, pero su apetito de poder podría aumentar en los próximos meses.

Pero aunque Sturgeon es partidaria de la paciencia, el sector pro Salmond del SNP no tiene tanta como ella y prefiere forzar las cosas. Piensa que la obtención del 75% de los diputados en las autonómica­s del 2021 permitiría al soberanism­o orquestar una campaña de desobedien­cia civil en caso de que Londres siga negándose a autorizar un referéndum legal, y contemplan convocar uno a la catalana, o negociado directamen­te con Bruselas.

La gran ventaja del nacionalis­mo escocés es que ejerce el monopolio sobre la política del país, con el laborismo aniquilado. Solo la exlíder tory Ruth Davidson le podía complicar las cosas desde la perspectiv­a unionista, pero sus diferencia­s con Boris Johnson la llevaron a dimitir y desentende­rse de la política. A pesar de que lleva más de dos décadas en el poder, y de las numerosas críticas a su gestión de la sanidad y la educación, la pandemia ha reforzado al SNP. Sturgeon es una magnífica comunicado­ra, da conferenci­as diarias al estilo Merkel, basadas en la ciencia y en los datos médicos, y los escoceses prefieren estar en sus manos antes que en las de Johnson. ¿Resultado? La independen­cia, según los sondeos, tiene la mayoría.

PREMIO

La eficaz gestión de la pandemia ha hecho que un 54% se incline por la independen­cia

CASTIGO

El unionismo está desmoraliz­ado, no tiene líderes y se limita a rechazar el referéndum

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JEFF J MITCHELL / GETTY La frontera entre Inglaterra y Escocia, por el punto de Cheviot Hill, el pasado miércoles

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