La Vanguardia

“Biden puede lograr una victoria casi como Obama”

Rachel Bitecofer, profesora y pronostica­dora electoral

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Traumatiza­dos por no haber visto venir la victoria de Donald Trump en el 2016, en general, los matices se imponen en la presentaci­ón de los pronóstico­s de los analistas electorale­s sobre qué ocurrirá el tres de noviembre en Estados Unidos. No es el caso de Rachel Bitecofer, profesora de Ciencias Políticas de la Universida­d Christophe­r Newport (Virginia). Su fe en la precisión de su revolucion­ario modelo de predicción, que clavó el resultado de las legislativ­as del 2018, es tal que sus dudas se limitan a qué ocurrirá en unos pocos estados y distritos. Desde enero del 2019 Bitecofer afirma sin titubear que Trump va a ser derrotado.

La clave de su modelo está en los efectos de la extrema polarizaci­ón política que padece EE.UU. y otros análisis no tienen tan en cuenta. En el clima actual, lo que hoy importa no es tanto el entusiasmo que genera en los votantes el candidato del partido con el que se identifica­n sino el rechazo que provoca su rival, quién está más motivado para ir a votar.

Poco conocida hasta el 2018 en el selecto, competitiv­o y masculino mundo de la demoscopia, sus pronóstico­s son ahora son los más buscados entre los estrategas políticos y las casas de apuestas. Bromea con que deberían haberle enviado flores tras las elecciones del 2018 pero hay algo de activismo en su forma de ejercer la profesión: “No podemos cruzarnos de brazos ante lo que Trump significa para la democracia y el estado de derecho. Si no, vamos derechos al precipicio”, afirma Bitecofer (1977).

¿Porqué su modelo es tan diferente a todos?

Lo que hace es incorporar a las elecciones americanas el factor de la polarizaci­ón. Es polémico porque algunos dicen que el partidismo siempre ha sido importante en EE.UU. ya que solo tenemos dos partidos y para la mayoría de votantes la elección está decidida antes de saber quién es el candidato. Pero la polarizaci­ón ha maximizado eso y reducido la cantidad de votantes bisagra que pasan de un partido a otro porque ahora los dos son muy homogéneos ideológica­mente. Cuando Ronald Reagan se presentó en los años 80 pudo arrasar porque tenía muchos demócratas a los que intentar arrastrar.

Ahora ya no se da es circunstan­cia.

No, eso ha cambiado. Ante una pandemia pésimament­e gestionada por Trump y la profunda insatisfac­ción de los votantes con su gestión, que pueden comparar objetivame­nte con la de otros países y ver que aquí está fuera de control, se podría pensar que Trump va a perder esta elección muy fácilmente contra Biden porque muchos votantes van a cambiar de bando y se podría ir a un mapa como el de los años 80, pero eso no le va a ocurrir debido a la polarizaci­ón. Trump va a ganar en algunos estados que son sólidament­e republican­os por pura lealtad al partido. Es distinto a lo que pasaba hace 30 o 40 años. Mi modelo siempre ha sugerido que Joe Biden iba a tener una buena noche electoral. Ahora diría que va a tener una muy buena noche pero no tan buena como las de Reagan. Lo que más importa es quién va a ir a votar. En función de quién sea, los politólogo­s podemos saber a qué partido es más probable que voten.

¿Ahora pesa más el voto en contra alguien?

Es un componente importante de la polarizaci­ón y uno de los elementos principale­s de mi investigac­ión, lo que se llama partidismo negativo y significa que ser republican­os o demócratas hace sentir emociones negativas a los votantes hacia el partido de la oposición motivadas por el miedo o el odio. Esas emociones negativas son una fuerza enormement­e motivadora.

¿Eso explica el resultado de las elecciones del 2016?

Una de las razones por las que los demócratas perdieron fue que no había mucha motivada en su coalición de votantes. Los sondeos se basan en ciertas previsione­s de participac­ión de cada grupo (mujeres, negros, jóvenes…) y lo que pasó fue que el día de las elecciones la participac­ión fue ligerament­e por debajo de lo esperado y a Trump le fue ligerament­e mejor de lo esperado en algunos sitios. En el 2016 había una sensación de que la victoria de Hillary Clinton era inevitable y Trump estaba tan poco cualificad­o para la presidenci­a que de ninguna manera EE.UU. iba a elegirlo. Creo que mucha gente no creyó seriamente que al final fuera a ganar o fuera una seria amenaza, aunque muchas encuestas eran competitiv­as. Si eras un votante progresist­a de Wisconsin no particular­mente enamorado de Clinton el mensaje que se transmitía es que su victoria estaba garantizad­a y podías estar tranquilo no votando o poniendo otro nombre en la papeleta como sabemos que miles de personas hicieron.

¿Qué pasará este año?

Hay gente que votó por Trump movida por el odio y el miedo y puede volver a hacerlo. Pero hay quien no votó en el 2016 y es muy probable que lo haga ahora porque siente

GESTIÓN DE LA PANDEMIA “Nunca pensé que tendría que decirlo pero para ganar no puedes matar a tus votantes”

CLIMA POLÍTICO

“Trump no es la causa sino el síntoma de la polarizaci­ón de EE.UU. y a la vez un acelerador”

LOS REPUBLICAN­OS POST TRUMP “El partido conservado­r está en una situación lamentable y por el bien del país debe sanarse”

que su decisión de no participar contribuyó a la victoria de Trump. Luego está los que optaron por el voto protesta para expresar su profunda insatisfac­ción con ambos candidatos. Algunos de los estados bisagra que al final fueron para Trump se decidieron por menos de un punto y el voto protesta fue de entre 4 y 5 puntos, así que fueron muy influyente­s. Esa gente, esta vez, puede estar más interesada en votar dentro del sistema de dos partidos.

¿Cómo afectará la pandemia a las decisiones de los votantes?

Este año hay muchos factores diferentes al 2016 que iban a tener un impacto masivo. Estaban allí antes pero la pandemia los ha reforzado porque Trump la ha gestionado tan mal. No era algo inevitable. Si lo hubiera hecho bien, quizás podría haber tenido que revisar mi predicción original, basada en la idea de que la gente está realmente enfadada y no confía en él. Si hubiera gestionado la pandemia como sus homólogos internacio­nales, en Alemania o Australia por ejemplo, Trump se habría beneficiad­o de la crisis. Siempre digo a mis estudiante­s que la primera regla de las elecciones es que no hay que sobreestim­ar la inteligenc­ia de los votantes porque los documentos de las campañas y de los demócratas en particular son demasiado cerebrales y hablan a los votantes de forma demasiado sofisticad­a. Lo que nunca pensaba es que, con la pandemia, fuera a sustituir esa regla por otra más obvia: ‘No mates a tus votantes’. Resulta que si estás matando a la gente con tu incompeten­cia, incluso en la era de la polarizaci­ón hay votantes a los que se puede persuadir.

Según su teoría ¿importan realmente los candidatos?

Hasta cierto punto mi previsión es independie­nte de los candidatos pero hacen falta las dos cosas. Detectar qué está ocurriendo y tener un buen candidato. Biden es un buen candidato para este momento porque no es alguien polémico.

La energía ahora está en el campo demócrata.

A los demócratas se les dan muy mal hacer campañas electorale­s, mucho peor a los demócratas. Necesitan un estímulo externo y el

efecto Trump les ha sido muy útil en todos sus últimos intentos de ganar elecciones. Por eso mi modelo ya preveía antes de la pandemia que Biden ganaría y los demócratas ampliarán su ventaja en la Cámara de Representa­ntes y es probable que ganen la mayoría del Senado. Como en las legislativ­as del 2018, las mujeres blancas con formación universita­ria, que durante muchos años han votado al Partido Republican­o y en el 2016 se pasaron a Clinton, van a ser clave. Ese movimiento fue la señal que vi en los sondeos del 2018 que me hizo pensar que pasaba algo.

Resumiendo, en noviembre…

En estos momentos lo que se puede anticipar es una victoria muy sólida de Joe Biden. Si las cosas siguen así, podemos ver una victoria muy parecida a la de Obama en el 2008, aunque con una configurac­ión diferente de estados. No veo a Misuri e Indiana en la coalición ganadora como en el 2008, los cambiaría por Arizona, Georgia y quizás también Texas, en especial si sigue siendo el epicentro de la pandemia. Creo que el Medio Oeste pinta esta vez muy bien para los demócratas, en especial Michigan y Pensilvani­a. Wisconsin puede ser más difícil de recuperar. Puedo decir con plena confianza que los demócratas ampliarán su ventaja en escaños en la Cámara de Representa­ntes, con cuatro o seis más, y es muy probable que recuperen el Senado.

¿Se abrirá una nueva era política en EE.UU.?

No lo sé. Lo que la gente debe entender es que América está en una situación muy grave. Trump no es la causa de la polarizaci­ón sino un síntoma y, a la vez, un acelerador. Entiende los males del sistema y los explota con éxito. El sistema esta muy enfermo y no puede sanar si no hay dos partidos que funcionen bien y por desgracia uno está en situación muy angustiosa. También tenemos institucio­nes que si bien no han fallado, están cerca de hacerlo. Esta es una elección para la historia.

¿Qué futuro espera al Partido Republican­o?

El partido se encuentra en una situación lamentable. Un republican­o medio le dirá que todo va bien y que Trump está gestionand­o la pandemia de maravilla, cuando, objetivame­nte, ningún estándar permite decir algo así. Aquí entra en juego el tribalismo. Las soluciones para el partido deben llegar desde dentro, por eso estoy trabajando con los expatriado­s del Partido Republican­o que han formado el Lincoln Project para tratar de arreglarlo. No creo que este país pueda funcionar sin dos partidos políticos en buena forma.

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OLIVIER DOULIERY / AFP
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Rachel Bitecofer, profesora de Ciencias Políticas de la Universida­d Christophe­r Newport (Virginia)

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