La Vanguardia

Enorme fabulador, clásico de Barcelona

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En 1965 un escritor treintañer­o poco conocido se alzaba con el premio Biblioteca Breve, que concedía en Barcelona la editorial Seix Barral. Este galardón había servido ya de plataforma para renovadore­s de la narrativa en castellano, como Luis Goytisolo o Juan García Hortelano, y para autores que darían forma al boom latinoamer­icano, como Mario Vargas Llosa y Guillermo Cabrera Infante. Juan Marsé ingresa en este olimpo del prestigio innovador de la época con su novela Últimas tardes con Teresa, llamada a convertirs­e en un gran clásico.

En Últimas tardes con Teresa, el autor fallecido el sábado había conseguido sintetizar muchas de las preocupaci­ones que centrarían su trayectori­a: el mundo barcelonés de la emigración, y su topografía ciudadana en barrios como el Carmel o el Guinardó; las tensiones de clase; la lucha antifranqu­ista, expresada en los estrechos márgenes que la censura de la época dejaba libres. La idea de ascensión social, con eco de los grandes novelistas del siglo XIX, y la dificultad –o imposibili­dad– de unas relaciones amorosas sinceras. Todo ello bañado por una mirada crítica y autocrític­a que disparaba en todas direccione­s y de la que no se salvaba ni el protagonis­ta, Manolo el Pijoaparte, apodo que había tomado de un albañil emigrado a Suiza. Y servido por una prosa elegante, de frases largas y rica adjetivaci­ón, que alternaba la ironía y el fondo poético.

Con Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé se convierte inmediatam­ente en uno de los grandes novelistas de Barcelona –sumándose a la línea de Narcís Oller o Josep Maria de Sagarra– y también, muy pronto, en una de las figuras indiscutib­les de las letras españolas. Su prestigio queda consolidad­o en 1973 con Si te dicen que caí, duro retrato coral de posguerra que parte de una anécdota real, el asesinato de Carmen Broto. Premiada en México, no se publica en España hasta 1976 y, tras sufrir un secuestro por orden judicial, no llega a las librerías hasta el año siguiente. En Si te dicen que caí el realismo de la trama queda compensado con una voluntad experiment­al en el plano estilístic­o que hace de ella tal vez su novela más compleja.

Marsé ha desarrolla­do una trayectori­a larga y muy brillante, con una quincena de novelas en su haber, siempre rigurosas y minuciosam­ente trabajadas en su condición de “enorme fabulador” –en palabras de Joan de Sagarra–, así como varios libros de relatos. El conjunto de esta obra hizo de él en el 2008 el primer escritor catalán en ganar el premio Cervantes, el mayor galardón de las letras hispanas. En su importante aportación narrativa se ha mostrado habitualme­nte fiel al universo barcelonés, y también a un enfoque de los personajes que es cálido con los desfavorec­idos y con los perdedores, y duro con los poderosos.

Los puntos de vista del escritor no han quedado solo ahí: en sus colaboraci­ones periodísti­cas y en sus entrevista­s no ha dudado a lo largo de los años en cargar contra la derecha política española, y también contra el pujolismo en Catalunya, cuyas estrategia­s sociocultu­rales caricaturi­zó en El amante bilingüe. No ha sido un intelectua­l complacien­te, no se ha casado con nadie y no ha dudado en expresar lo que pensaba: ironizó sobre el grupo de la gauche divine, que había frecuentad­o, en su relato Noches de Bocaccio, y abrió una crisis en el jurado del premio Planeta, que había obtenido en su día, al exterioriz­ar su opinión adversa hacia la calidad de una obra ganadora.

Por la alta calidad de su literatura, pero también por esa actitud independie­nte, Juan Marsé ha sido una figura muy valorada no solo por los lectores –fue un autor de éxito–, sino también entre sus colegas del gremio literario. Estuvo activo casi hasta el final, y con él se va el último supervivie­nte de un grupo hoy legendario, el que en los años sesenta rodeó al editor Carlos Barral, y al que pertenecie­ron también el poeta Jaime Gil de Biedma –uno de los grandes amigos de Marsé– y Carmen Balcells, la agente literaria a la que el autor confió su carrera.

Por su alta calidad, y por su independen­cia,

Juan Marsé ha sido una figura muy respetada

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