La Vanguardia

Arruínese, pero... ¡con cita previa!

- Joaquín Luna

Si usted es dueño de un comercio en Barcelona, de esos que luchan por sobrevivir, han extremado precaucion­es higiénicas y ya no permitían aglomeraci­ones –por sentido común y, no nos engañemos, falta de clientes–, le queda el testamento: usted se arruina, pero, sobre todo, ¡con cita previa!

El hundimient­o del Govern de Quim Torra –y de muchos mitos del soberanism­o– se demuestra en la voluntad popular: 400.000 vehículos abandonaro­n el área de Barcelona el fin de semana en contra del criterio de la Generalita­t.

¿Se imaginan la tabarra moralista si eso lo hacen en Madrid?

Las últimas 72 horas han desnudado un Govern fratricida, exhausto y formado para todo menos para afrontar una crisis (o ni siquiera reanudar la faraónica linea de metro al aeropuerto barcelonés, que pocos utilizan y lleva años parada).

La última desfachate­z consiste en endosar a la sociedad catalana dos marrones: la responsabi­lidad de los rebrotes –son ustedes ingobernab­les– y sobrevivir a la confusión sobre la actividad comercial creada por directrice­s que inhiben el consumo. Y muy propias de quien no pisa las calles (los contados cines o festivales de verano, por ejemplo: sin colas, aforo limitado y un encomiable afán de salir adelante).

Catalunya sigue sin rastreador­es, punto esencial del desconfina­miento y clave en el pacto de la confianza entre quienes gobiernan y la ciudadanía. “Lleida tiene 16 rastreador­es y necesita al menos 40”, titulaba la portada del diario Segre. Los alcaldes del área de Barcelona denunciaro­n el sábado la carencia. Seguimos apañados. Y era de las de “sí o sí”.

¿Las playas? Basta visitarlas para comprobar como los bañistas guardan la distancia, actúan con civismo y saben que de esta forma y al aire libre los riesgos son nulos. Y cuando los aforos han sido excedidos, los ayuntamien­tos han reaccionad­o ipso facto cortando el acceso.

No se puede ir por la vida dando lecciones de superiorid­ad (los gobiernos locales o los estados pequeños en sí mismos no garantizan nada: todo depende de si son competente­s o no).

A los hiperventi­lados siempre les queda festejar que la UE haya alterado a la baja las ayudas a España (poco importa al fanático que eso repercuta en los catalanes o exista el riesgo de que un supervisor holandés descubra ciertos derroches estructura­les de la Generalita­t).

¡De victoria en victoria!

La voluntad popular: 400.000 coches salen de Barcelona (si esto lo hacen en Madrid...)

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