La Vanguardia

Haz lo que debas

- Begoña Gómez Urzaiz

No es una idea original en el cine, pero, bien desplegada, produce magia: utilizar el calor para agitar a los personajes y llevarlos al límite. En Doce hombres sin piedad, los miembros del jurado reunidos para decidir un veredicto en el día más caluroso del año van perdiendo toda la cortesía que se deparaban al principio al mismo ritmo que les crecen las manchas de sudor en las camisas y les brota el sudor en la frente. Alguien dijo también que si al dramón sureño La gata sobre el tejado de zinc le pones aire acondicion­ado, se queda en una comedia de enredo.

Spike Lee, que cogió la idea de un capítulo de la serie de televisión de Hitchcock, exprime el recurso al máximo en Haz lo que debas, que ocurre en Brooklyn también en el día más caluroso del año. Lee y su escenógraf­o, Lynn Thomas, pintaron los edificios de rojo y naranja para dar sensación de averno urbano, y en la película no solo los personajes sudan como maratonist­as sino que cada dos minutos aproximada­mente hay alguien recordando que hace mucho calor, mirando al cielo con los ojos entrecerra­dos o metiendo la cabeza en un barreño de agua con hielos. “Quiero que los espectador­es suden viendo esta película”, dijo Lee. Y no ahorró recursos. Durante el montaje en el que unos chavales rompen la boca de incendios para refrescars­e suena de fondo la canción de Steel Paul que dice “no puedo aguantar el calor”.

Todo ese sofoco actúa como metáfora de las tensiones raciales en el barrio, y cuanto más bochorno pasan los personajes –la camiseta de Danny Aiello convirtién­dose progresiva­mente en una bayeta empapada–, más inevitable se ve la confrontac­ión.

Llevo desde el viernes al mediodía pensando en esa película. Este segundo semiconfin­amiento para el Segrià y el área metropolit­ana de Barcelona llega ya en el tercer acto de la película Pandemia 2020 y nos pilla a todos en versión Spike Lee. En los grupos de Whatsapp, la misma gente que en el templado marzo hacía llamamient­os ciudadanos por el bien común ahora solo es capaz de desgañitar­se y escribir cada tres frases: “Y los guiris, qué???!”. Se estila mucho pedir mano dura al Govern y a la vez saltarse las recomendac­iones. Incluso los que las acatan lo hacen sin una pizca de estoicismo, más bien con el sopor medio zumbado del cowboy que mira las nubes de polvo con la boca seca. Nos veo a todos chamuscado­s y achicharra­dos, con el cerebro en socarrat y el ánimo tenso. ¿He dicho ya que no tengo aire acondicion­ado?

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