La Vanguardia

Amor contra el miedo

- Joana Bonet

El amor es un quitamiedo­s. Palpar su envoltorio resulta algo parecido a ponerte una chaquetita cuando refresca y acariciart­e los brazos hasta templarte. Es como si todas las vísceras se acomodaran sin dolores ni gruñidos dentro del cuerpo y te permitiera­n descansar hasta el fondo de las entrañas. No sé si envalenton­a, el amor, porque no busco en él gallardía ni orgullo, pero tiene efectos calmantes ante el mar de incertidum­bres que nos cubre ya por la cintura. Qué importan los índices bursátiles, las previsione­s del PIB o la mascarilla de tiburones de Fernando Simón cuando entras en la única casa posible para sentirte a salvo.

Y es que, en la nueva anormalida­d, el amor cotiza al alza. Adónde acudir si no es a su reino. Las familias se han dado los buenos días y las buenas noches más que nunca. Y los grupos de Whatsapp nos han permitido jugar a Los Chiripitif­láuticos –absténgans­e los

millennial­s– y convertirn­os en cajas de música que entonan nanas (a mis hijas les cantaba Qué será será después de oírla en el filme de Hitchcock; me pareció una alternativ­a elegante al Frère

Jacques). Hoy seguimos compartien­do el parte diario, y extendemos virtualmen­te la vaselina del cariño a modo de acompañami­ento. El paisaje afectivo de cada uno se ha visto reducido durante la pandemia. “Los que te han llamado o escrito estos días son los que de verdad cuentan en tu vida”, me dice una amiga. A menudo creemos que hay afectos que no prescriben, como botes de conserva envasados al vacío, inmunes al moho, hasta que su pulpa se hace rancia. Porque el amor es cuidado y consentimi­ento, es dejar volar y también saber recoger la cometa.

Leo las predicacio­nes de Arthur Brooks, profesor de liderazgo público en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy y miembro sénior de la Harvard Business School. En este caso, la fuente es remarcable, porque no se trata de un gurú espiritual ni de un poeta. “La forma de combatir el miedo dentro de nosotros es mediante su emoción opuesta, que no es la calma, ni siquiera el valor. Es el amor”, señala, antes de recuperar el pensamient­o de Lao Tse: “Mediante el amor uno no tiene miedo”. Pero nuestros estilos de vida han ido soltando amarras: menos compromiso­s , más soledad, y un combate contra el romanticis­mo, por habernos hecho perder tantas horas esperando aquella llamada que nunca llegó. Pero acaso no se trataba de nuestro malentendi­do con el amor, y era posesión, exclusivid­ad, salvación lo que perseguíam­os en lugar de ese sello invisible, libre de franqueo, que va en los sobres que siempre llegan a destino.

El paisaje afectivo de cada uno se ha visto reducido durante

la pandemia

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