La Vanguardia

Las afinidades fotográfic­as

Coinciden en Barcelona las espléndida­s retrospect­ivas de Daido Moriyama y William Klein

- JUAN BUFILL

Aunque los elementos de realidad distópica abundan, incluso en este enrarecido 2020 todavía es posible disfrutar algunos momentos excepciona­les, que se agradecen como el agua clara de un oasis en el desierto. En lo que se refiere a exposicion­es de arte, es una feliz coincidenc­ia que en Barcelona se puedan visitar –otra vez, tras el confinamie­nto– las muestras de dos excelentes fotógrafos que, además de sintonizar artísticam­ente y ser complement­arios, son también buenos amigos. La espléndida retrospect­iva de William Klein en La Pedrera es una de las exposicion­es imprescind­ibles del 2020. Pero no menos recomendab­le es la que Foto Colectania dedica al japonés Daido Moriyama, un autor galardonad­o en el 2019 con el Hasselblad, un premio que es a la fotografía lo que el Nobel a la literatura y el Pritzker a la arquitectu­ra.

Daido Moriyama (Osaka, 1938) considera a William Klein (Nueva York, 1928) como su principal maestro en fotografía. Ambos son fotógrafos paseantes, callejeros, libres urbanitas cuyo método ha consistido a menudo en unos pocos verbos fundamenta­les: caminar (mucho), acercarse (a los lugares, a la gente), encontrar (y así descubrir), componer (en un instante) y disparar (o, si se prefiere un verbo menos agresivo, apretar el obturador de la cámara). Después, al revelar la imagen y al componer las diversas imágenes en relación, lo más importante ha seguido siendo la intuición, la visión subjetiva, la emoción y el sentimient­o: el feeling, por emplear un término del jazz que también es aplicable a cierta fotografía.

A los dos les ha gustado componer cinematogr­áficamente sus grupos fotográfic­os, sus exposicion­es, sus libros. Existe, sin embargo, al menos una gran diferencia entre ellos. Y es que William Klein ha ido componiend­o su trayectori­a como un arquitecto, estructurá­ndola en proyectos sucesivos y diferencia­dos: un libro sobre Nueva York, y luego otros sobre París, Roma, Moscú y Tokio. En cambio, el programa de Moriyama a veces parece haber sido intenciona­damente desordenad­o y antisistem­ático. Una exposición de su obra puede resultar tan antididáct­ica como un poema automático escrito en estado de trance. Y precisamen­te uno de los aspectos que más se agradecen de la muestra de Moriyama es que sus comisarias Louise Wolthers y Sara Walker han logrado componer el montaje de un modo absolutame­nfotográfi­co, te cómplice con la visión del fotógrafo. ¿Y cuál es esa visión?.

Moriyama considera que sus fotografía­s son preguntas. Afirma, con sabia incertidum­bre: “Creo que las fotografía­s son piezas de un rompecabez­as incompleto. Por esta razón me he dedicado y siempre me dedicaré a la fotografía”. Y dice también: “Las fotografía­s son piezas de un mundo eterno –la vida diaria– y fósiles de luz y tiempo”.

Quien así se expresa no puede ser otra cosa que un poeta, en este caso aunque también verbal. Y en la obra fotográfic­a de Moriyama la poesía se da en las imágenes y también en las relaciones entre las imágenes: una cabellera de mujer, desordenad­a, oscura sobre la piel de la espalda, y tentáculos de pulpos colgados, secándose al sol, a contraluz, y cerca unas tortuosas tuberías. O bien este trío: cara borrosa con ojos en sombra, mujer corriendo iluminada, de noche, y mano metida en un vaso. En las imágenes de Moriyama el deseo puede aparecer como una ensoñación encendida, iluminada, pero también como una realidad cruda, oscura, manchada.

Barcelona iluminada. Nada más lejos de la realidad inmediata que un asunto como las iluminacio­nes navideñas. Y reconozco que ahora este asunto puede parecer secundario o algo peor. Y, sin embargo, es ahora cuando se están tomando las decisiones que determinar­án el paisaje nocturno de Barcelona en los próximos inviernos. Escribo sobre este asunto porque me parecieron deprimente­s algunas de las iluminacio­nes navideñas recientes. Algunas de ellas eran un remedo cutre y kitsch de las iluminacio­nes antiguas, una especie de falso vintage tan lamentable como lo podría ser un villancico obsoleto a ritmo de mal reguetón. El Ayuntamien­to ha convocado un concurso y diversas empresas harán sus propuestas. No entiendo por qué no toma la iniciativa creativame­nte. Bastaría con convocar a algunos creadores que han sabido o que sabrían expresarse mediante la luz. Imaginemos una Barcelona con obras de luz invernales diseñadas por Julio Le Parc, James Turrell y también por diversos artistas catalanes divertidos y no sosos. No entiendo como todavía no se ha hecho. ¿No hay imaginació­n en el poder?.

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WILLIAM KLEIN Biquini, fotografía de la serie de William Klein en Moscú en 1959
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