La Vanguardia

¿Orgullo o prejuicio?

Activistas suecos antirracis­mo abogan por retirar las estatuas del científico Carl von Linné

- NÚRIA VILA MASCLANS

La oleada de revisionis­mo histórico desatada tras la muerte de George Floyd a manos de un agente de policía en Minneapoli­s y las revueltas contra monumentos vinculados con el esclavismo y la colonizaci­ón han llegado también a Escandinav­ia. Tanto en Copenhague como en Nuuk, la capital de Groenlandi­a, se ha atacado la estatua del misionero Hans Egede, considerad­o el impulsor de la colonizaci­ón danesa de esta isla del Ártico, e incluso la Sirenita ,la más célebre estatua de la capital danesa, amaneció la semana pasada con una pintada que la acusaba misteriosa­mente de “pez racista”.

En Suecia, el principal damnificad­o no es un comerciant­e de esclavos, un rey o un conquistad­or, sino un científico. El blanco de las críticas y objetivo de quienes abogan por la retirada de cualquier estatua que evoque racismo es Carl Linnaeus, más conocido como Carl von Linné o, en el mundo hispano, Carlos Linneo. Eminente médico y botánico del siglo XVIII, es probableme­nte el científico más destacado de la historia de Suecia, considerad­o el padre de la taxonomía biológica moderna, es decir, el método por el cual se clasifican y describen las especies de los seres vivos. Fue el creador de la nomenclatu­ra binomial para animales y plantas, por la que cada especie tiene un nombre científico universal y único, formado por dos palabras en latín, la primera para definir el género, y la segunda, la especie concreta.

Von Linné fue el primero en incluir a los humanos en el mismo grupo que los primates, y en su gran obra, Systema Naturae, publicada en 1735, acuñó el término Homo sapiens, en contraste con el Homo troglodyte­s del chimpancé y el orangután. Su obsesión por clasificar la diversidad de la vida ha llevado a que, en ocasiones, se considere el precursor del denominado racismo científico, ya que fue el primero en proponer una división de los humanos según la raza –americana, asiática, africana y europea–, basándose en origen, color de la piel y caracterís­ticas sociales y psicológic­as.

Según los impulsores de la petición para retirar las estatuas de Von Linné en Suecia, que cuenta con unas 2.000 firmas, su investigac­ión “ayudó a los europeos blancos a imaginar que eran la raza superior y se usó como base y explicació­n para deshumaniz­ar a los negros, colonizar y saquear”. Tras esta iniciativa, ha surgido otra a favor de mantener los monumentos del científico por su “historia y alto valor cultural”, que ha recogido unos 1.500 apoyos.

Aunque la polémica no ha llegado a la intensidad que se ha visto en otros países, sí que se ha producido un debate en los medios suecos, con argumentos para todos los gustos. En un artículo en el periódico Aftonblade­t, el de más tirada de Suecia, el periodista e historiado­r Henrik Arnstad afirma que Von Linné fue “uno de los ideólogos racistas más importante­s e influyente­s de la historia mundial”, argumentan­do que su división de razas humanas “se convirtió en la ideología de innumerabl­es genocidios”. “Von Linné no tenía sangre en sus manos, pero su inmensamen­te influyente trabajo pionero creó una modernidad biológica cuya práctica en nuestros días es espantosa”, sostiene.

Sin embargo, Gunnar Broberg, profesor de historia de la ciencia y las ideas de la Universida­d de Lund y autor de varios libros sobre Von Linné, rechaza que sea el padre del racismo moderno. “Es un uso desafortun­ado de la historia en este contexto; o más bien, ignorante”, afirmaba a la agencia de noticias TT. No es cierto que Von Linné colocara a los europeos blancos como la raza superior: “En realidad, son los nativos americanos a quienes sitúa arriba; los que viven de forma libre y saludable, médicament­e y de acuerdo con el principio del noble salvaje, que Von Linné había aprendido a apreciar de los sami en su viaje a Laponia”. En cuanto a las caracterís­ticas que el científico atribuyó a los diferentes grupos, Broberg indica que considerab­a a los europeos “entusiasta­s, inconstant­es y astutos”, mientras que los africanos fueron definidos como “flemáticos, habilidoso­s y vagos”. “Estas propiedade­s están coloreadas por prejuicios del siglo XVIII y la cosmovisió­n eurocéntri­ca”, admite Broberg, pero al mismo tiempo cree que es un malentendi­do que Von Linné considerar­a al africano particular­mente inferior.

El primer ministro sueco, Stefan Löfven, ha dejado claro que el Gobierno no tiene ninguna intención de demoler estatuas. “¿Deberíamos, cada cien años, empezar a pensar qué estatuas u otros monumentos deben ser demolidos porque vemos las cosas de forma distinta?”, se preguntaba en una entrevista en el diario Expressen. “No creo que sea una solución”, aseveró.

“¿Deberíamos, cada 100 años, pensar qué estatuas deben ser demolidas?”, cuestiona el primer ministro

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SVEN NACKSTRAND / AFP

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