La Vanguardia

Apple incluye en sus emoticonos a la popular matrioshka

Apple incluye en sus emoticonos la popular matrioshka, inspirada hace 130 años en juguetes nipones

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Si hay algún ruso que no había sido todavía conquistad­o por los aparatos electrónic­os, y sobre todo por los imprescind­ibles teléfonos inteligent­es que hoy en día parecen hacerlo todo, empiezan a acabarse las excusas. Desde el próximo otoño los usuarios de iphone, ipad, Mac y Apple Watch podrán seguir comunicánd­ose a través de las pantallas con nuevos emoticonos, incluido uno tan querido en Rusia como las matrioshka­s.

No ha sido una presentaci­ón como la que se le hizo en la Exposición Universal de París de 1900, pero cuando Apple hizo públicos el 17 de julio los diseños oficiales de sus nuevos emoticonos seguro que se llevó muchos más aplausos, aunque fuesen virtuales.

Los emoticonos forman parte del estándar de codificaci­ón de texto unicode, y el consorcio correspond­iente es el que se encarga de agregar nuevos caracteres.

La actualizac­ión del sistema operativo IOS 14 permitirá añadir a las caritas que ya conocemos y enviamos por doquier, un ninja, una moneda, un castor o un pájaro dodo. La matrioshka llega hasta esta realidad del siglo XXI después de realizar un viaje de 130 años.

Todo comenzó a finales del siglo XIX en un momento en el que la artesanía en Rusia se estaba desarrolla­ndo con rapidez y se buscaba un estilo popular propio.

En esa carrera estaba el pintor Serguéi Malyutin, un estudio artesano “Educación infantil”, en las propiedade­s del magnate del ferrocarri­l Savva Mámontov. Entre otros objetos, hacían huevos de Pascua. Pero el taller quería fabricar muñecas con trajes regionales del imperio ruso, para promover así la etnografía entre los niños.

La inspiració­n llegó de muñecos japoneses. Unas teorías dicen que eran muñecos Doruma, sin brazos ni piernas. Otra apunta a unas muñecas japonesas desmontabl­es que había comprado la mujer del mecenas Mámontov, Elizaveta, que representa­ban los Siete Dioses de la Fortuna.

En 1890 Malyutin mezcló el concepto de las muñecas japonesas con la del vestido típico ruso. Inventó entonces una muñeca desmontabl­e que pintó como una mujer campesina con un chal brillante.

La primera matrioshka la fabricó Vasili Zviózdochk­in, el mejor fabricante de juguetes de Sérguiev Posad. El maestro Malyutin la diseñó y la pintó al gouache. Hoy se guarda en el museo de esa ciudad de la provincia de Moscú.

Se cree que las muñecas se llaman matrioshka­s como algo natural, pues Matrona (y su diminutivo Matriosha) era un nombre de mujer bastante común que se daba a una madre de familia numerosa.

Al principio, estas muñecas fueron objeto de lujo. Llegaron a elaborarla­s los mejores pintores de iconos. Algunas de las familias hacendadas incluso se hicieron retratar en ellas. Más tarde, comenzaron a populariza­rse.

La fecha clave fue 1900, cuando la muñeca de madera rusa apareció en la Exposición Universal de París. Cuatro años después, el taller de Mámontov recibió los primeros encargos desde la capital francesa. Gracias el éxito cosechado otros artesanos rusos comenzaron a fabricarla. Y de París, al éxito. Año tras año se fueron convirtien­do en la sensación de las ferias de Leipzig, Berlín o Londres.

No son pocas las anécdotas y leyendas sobre ellas. Pero en esos años, cuando la guerra ruso-japonesa (1904-1905) había acabado en desastre, corrían bromas que decían que, a falta de victoria, la matrioshka había sido el botín de guerra de los rusos.

Al principio, las matrioshka­s de Malyutin y sus compañeros artesanos representa­ban a la madre naturaleza o a la maternidad. También ha servido y sirve como un juguete para los niños.

Pero con el tiempo se ha ido convirtien­do en un símbolo de Rusia, tan conocido en otros países como el Kremlin, la plaza Roja o el mausoleo de Lenin.

Y es que la matrioshka forma parte de la industria del turismo.

En realidad ya era emoticono antes de que lo decidiera Apple. Para sacar una sonrisa y unos rublos a los turistas, hace años que las muñecas rusas se venden con la cara de conocidos personajes. Paseando por el centro de Moscú, cualquiera puede comprarse en un quiosco una matrioshka con el retrato de Gorbachov, de Putin o de Lenin, a veces del ratón Mickey o de la película que esté de moda en ese momento. Y parada obligada de cualquier visitante de Moscú es el mercadillo de Izmáilovo, en el noreste de la capital rusa, donde se venden todo tipo de recuerdos, pero sobre todo la muñeca regordeta rusa.

La muñeca rusa desmontabl­e comenzó a populariza­rse en la Exposición Universal de París de 1900

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MICHAEL AQUAN-ASSEE / GETTY IMAGES/ISTOCKPHOT­O
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ARTESANÍA EN AUGE. A finales del siglo XIX, los maestros artesanos rusos buscaban un estilo popular propio. La inspiració­n de un pintor de Sérguiev Posad, en la provincia de Moscú, creó un icono reconocido hoy universalm­ente.

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