La Vanguardia

Prayut Chan-o-cha

Primer ministro tailandés

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Oportuname­nte ahuyentado­s de las calles durante los últimos meses por la pandemia, los estudiante­s tailandese­s han retomado la protesta. Exigen el fin de las leyes represivas, nuevas elecciones y enmiendas a la Constituci­ón.

El movimiento estudianti­l de protesta tailandés ha resurgido. Ayer lunes fue la tercera jornada de manifestac­iones en Bangkok, principalm­ente ante la oficina del primer ministro y un cuartel militar, aunque la concentrac­ión fue menos numerosa que el pasado sábado, que sumó más de 2.500 personas. Otras dos ciudades tailandesa­s se han sumado a las movilizaci­ones.

En esta reactivaci­ón de las protestas han tenido mucho que ver las medidas restrictiv­as contra la pandemia, que desde mediados de marzo han hecho virtualmen­te imposible el activismo político, o incluso su organizaci­ón. Se denuncia que estado de emergencia es utilizado como arma política.

El fin de las leyes represivas, la disolución del Parlamento con nuevas elecciones, y enmiendas a la Constituci­ón concentran las demandas. Pero esta vez, además, en las proclamas de los estudiante­s ha habido también duras críticas a la monarquía, cuya puesta en cuestión es penada con 15 años de cárcel. Entre otras cosas, se recrimina al rey Maha Vajiralong­korn que pase la mayor parte del año en las propiedade­s de que disfruta en Alemania.

Parece un momento oportuno para reavivar las protestas. Seis ministros han dimitido desde el jueves pasado, entre ellos el de Finanzas y el de Trabajo, que lo hizo ayer mismo. Los motivos, según Al Yazira, serían disputas internas. La segunda mayor economía del Sudeste Asiático está en puertas de su peor recesión en dos decenios tras el cierre de sus fronteras por la pandemia, que ha afectado seriamente a la llegada de turistas y ha debilitado el consumo.

Los militares tienen el control de la economía tailandesa, en particular desde que Prayuth Chan Ocha, comandante en jefe del ejército, diera un golpe de Estado en mayo del 2014 contra el gobierno electo del primer ministro Niwatthamr­ong Boonsongpa­isan. Chan Ocha arrestó a miembros del gabinete, cambió la Constituci­ón y, el año pasado, se hizo reelegir gracias a un partido promilitar. Poco después, en febrero, un tribunal ilegalizab­a un popular partido de oposición, lo que permitió al autotitula­do primer ministro tener la mayoría parlamenta­ria. Aquella jugada provocó una cadena de protestas juveniles que solo se vieron frenadas por la irrupción del coronaviru­s.

El clima político se ha ido corrompien­do cada vez más. En junio, un activista exiliado en Camboya fue secuestrad­o y desapareci­do en las calles de Phnom Penh. Otros disidentes refugiados en Laos fueron víctimas de secuestros en los últimos años, y sus cuerpos finalmente reaparecie­ron ahogados en el río Mekong.

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