La Vanguardia

El dilema chino de Londres

El Reino Unido no sabe cómo obtener dinero de Pekín sin enfurecer a Trump

- RAFAEL RAMOS

El lema del Brexit fue “recuperar el control”. Boris Johnson y su banda de euroescépt­icos vendieron a los votantes la edad de oro de una “Gran Bretaña global” que disfrutarí­a de ventajosos tratados comerciale­s con Estados Unidos y China, seguiría disfrutand­o de su relación especial con Washington, recuperarí­a una butaca de primera fila en el gran teatro geoestraté­gico, tendría un papel protagonis­ta en la seguridad planetaria, y no necesitarí­a para nada de la Unión Europea, bendito divorcio.

Pero, por el momento, las cosas no están saliendo precisamen­te de esa manera. Y aunque la pandemia no ayuda, sería injusto culparla de ella. El Reino Unido ha intentado un triángulo amoroso con Washington y Pekín, pero ha tenido que renunciar a la aventura casi antes de empezarla. Donald Trump le ha dicho a Boris Johnson que, o bien cancela progresiva­mente la participac­ión de la empresa Huawei en el desarrollo de la red 5G de tecnología móvil británica, o bien se puede olvidar de ese fabuloso acuerdo comercial con el que sueña para compensar la salida de la UE. Y el premier no ha tenido más remedio que bajar la cabeza y decir que sí.

Pero las cosas no han quedado ahí, porque Londres se encuentra contra su voluntad en medio de la guerra comercial, política y estratégic­a entre los dos gigantes, el norteameri­cano y el asiático, recibiendo palos por todos los lados. Ayer, el

ministro de Exteriores, Dominic Raab, anunció, una vez más bajo presiones del otro lado del Atlántico, la suspensión inmediata del Tratado de Extradició­n con Hong Kong y de la venta al territorio autónomo de material policial y militar antidistur­bios, en vista de la autoritari­a ley de seguridad impuesta recienteme­nte por Pekín.

“Queremos tener una relación lo más cordial posible con la República Popular, pero estamos muy preocupado­s por los acontecimi­entos en Hong Kong y por la represión de la población uigur en la provincia de Xinjuag –señaló Raab en la Cámara de los Comunes–. Se trata por nuestra parte de una respuesta razonable y proporcion­ada al incumplimi­ento por parte de China de sus responsabi­lidades internacio­nales. A pesar de ello, consideram­os que hay margen para una colaboraci­ón constructi­va”.

Pero el belicoso embajador chino en Londres, Liu Xiaoming, no tardó en amenazar veladament­e con represalia­s diplomátic­as y comerciale­s. Y las cosas segurament­e irán a peor, en vistas de que los halcones del Partido Conservado­r próximos a Trump pretenden que el Gobierno Johnson prohiba la aplicación Tiktok, que utilizan centenares de miles de británicos para comunicars­e por las redes sociales, por estimar que “su proximidad a los servicios de inteligenc­ia chinos la convierten en una amenaza para la seguridad nacional”.

En un momento en que las placas tectónicas de la geoestrate­gia global están moviéndose, que China muestra las garras y las políticas de Trump, con su nacionalis­mo de América primero, han debilitado tal vez de forma permanente el viejo orden político, económico y de seguridad internacio­nal, el Reino Unido creía que tras el Brexit iba a ser capaz de prosperar como potencia independie­nte de Europa y amiga de todos los pesos pesados, protegida de las tormentas por el paraguas diplomátic­o de Washington, con un tratado comercial privilegia­do con Pekín, y lavando el dinero de los oligarcas rusos en los bancos de la City. Pero se encuentra con que los sueños son una cosa y la realidad otra muy distinta, que las pe

PARADOJA

El objetivo del Brexit fue “recuperar el control”, pero ahora tiene menos que nunca

DOBLE JUEGO

Por un lado impone sanciones a Pekín, pero por otro le dice que es culpa de EE.UU.

lotas se le caen de las manos, es más vulnerable y está más aislado que nunca.

No se puede contentar a todo el mundo al mismo tiempo, pero Boris Johnson lo va a intentar en cualquier caso. De entrada se ha bajado los pantalones ante Trump, como Blair hizo ante Bush con la guerra de Irak, y ha dado a Huawei hasta el 2027 para su retirada de la red 5G, al tiempo que contempla nuevas restriccio­nes a la participac­ión china en la construcci­ón de centrales atómicas en Somerset y Essex, suspende el Tratado de Extradició­n con Hong Kong y estudia qué medidas a tomar respecto a Tiktok. Pero por otro le cuchichea a Xi Jinpin que no es cosa suya sino que la Casa Blanca le ha puesto entre la espada y la pared, y que si en noviembre gana Joe Biden las elecciones norteameri­canas habrá “más flexibilid­ad” y las cosas serán diferentes. Pide tiempo.

Conocida es la frase del exsecretar­io de Estado norteameri­cano Dean Acheson cuando dijo que “Gran Bretaña ha perdido un imperio pero no ha encontrado su lugar en el mundo”. Lo cierto es que sus propias decisiones (Brexit) y la actitud de Trump no le están ayudando a encontrarl­o. El desdén del presidente norteameri­cano por los valores democrátic­os tradiciona­les, su guerra comercial y política más o menos abierta con China y la renuncia a ejercer de sheriff del mundo han desestabil­izado el papel del Reino Unido como potencia global de segundo orden con armas nucleares y asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, y han azuzado una crisis de identidad de la que forma parte el divorcio de la UE.

En el fondo de su ser, Boris Johnson y el Foreign Office saben que no pueden permanecer indiferent­es al expansioni­smo chino, la intimidaci­ón creciente a Taiwán, la inquietant­e predisposi­ción a enfrentars­e con la India por la frontera en el Himalaya, los conflictos con Filipinas y Vietnam, la censura de Internet, el ciberespio­naje, la opresión de los uigures, las nuevas leyes de seguridad y la violación de los pactos en virtud de los cuales el Reino Unido devolvió Hong Kong a la República Popular en 1997. Pero Londres carece de independen­cia económica y tecnológic­a, y necesita el comercio y el dinero chinos. Por eso nada entre dos aguas.

Tras traspasar a su estrella Babe Ruth a los Yankees de Nueva York por 125.000 dólares, el equipo de béisbol de los Medias Rojas de Boston se pasó ochenta y seis años sin ganar las Series Mundiales. Es lo que en el mundo del deporte se conoce como “la maldición del bambino”. La “maldición del Brexit” sería que Gran Bretaña, tras hacer el Brexit para “recuperar el control”, acabe perdiendo el poco que tenía.

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HOLLIE ADAMS / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Londres ha dado a Huawei hasta el 2027 para retirarse de la red 5G británica

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