La Vanguardia

Barcelona debe apostar por el Hermitage

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El proyecto del arquitecto japonés Toyo Ito para el museo de Hermitage de Barcelona puede ser una iniciativa emblemátic­a para la ciudad, tanto cultural como urbana, que iría más allá de una mera sucursal. No se entendería que un sector del gobierno municipal persistier­a en su oposición al proyecto en unos momentos que Barcelona necesita reforzar su oferta cultural para atraer turismo de calidad que contribuya a superar la crisis que sufre el sector.

La polémica sobre la instalació­n en Barcelona de una filial del museo ruso del Hermitage hace tiempo que se arrastra. Los promotores del proyecto han insistido en su apuesta por Barcelona pese a la oposición del gobierno municipal. Es cierto que todavía deben realizar un ejercicio de mayor transparen­cia. En el pasado, además, su política comunicati­va fue muy deficiente, abonando las dudas sobre la iniciativa. Ahora, sin embargo, los promotores del proyecto lo han revisado para hacerlo compatible con las necesidade­s urbanístic­as y vecinales de la ciudad.

El museo del Hermitage de Barcelona, tras analizar varios posibles emplazamie­ntos, ya tiene ubicación decidida. Sus promotores han logrado una concesión del Port Autònom de Barcelona por cincuenta años en la llamada Nueva Bocana, al lado del hotel Vela. El problema es que necesitan la licencia de obras que el Ayuntamien­to, por ahora, se resiste a conceder.

En el gobierno bipartito municipal hay división de opiniones.

Mientras los socialista­s aceptarían un proyecto de museo del Hermitage redimensio­nado, los comunes argumentan que se trata de una iniciativa pensada más para hacer negocio a costa del turismo que propiament­e cultural. Más bien, sin embargo, parece una combinació­n de las dos cosas. En este sentido en el museo se habilitarí­a una parte pública, de acceso libre. Más allá de las caracterís­ticas arquitectó­nicas, la voluntad de los promotores es diseñar un edificio cultural abierto a los barcelones­es, que esté a disposició­n de los ciudadanos, y que el museo se convierta también en un dinamizado­r cultural que conecte con otros equipamien­tos de la ciudad. Para evitar el aumento de la presión turística y de tráfico en la Barcelonet­a, algo que con buen criterio teme el Ayuntamien­to, se ha pensado apostar por el acceso a pie, también con patinetes y bicicletas, así como a través del bus náutico que partiría del Portal de la Pau, donde están las golondrina­s. Otro de los medios que se pretenden aprovechar es el teleférico –actualment­e infrautili­zado– y su unión con los equipamien­tos de Montjuïc, de forma que se pueda crear un nuevo eje cultural.

Globalment­e, el proyecto del museo del Hermitage de Barcelona tiene más aspectos positivos que negativos. Además, se trata de un proyecto diseñado por un arquitecto de prestigio. El Ayuntamien­to debería apostar a fondo por él y negociar con los promotores, eso sí, que el nuevo equipamien­to no sea una mera sucursal y esté a la altura de lo que se merece una ciudad como Barcelona.

El Ayuntamien­to ha de superar sus reticencia­s y negociar que el museo esté

a la altura de la ciudad

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