La Vanguardia

Desconcier­to

- Miquel Roca Junyent

Que la situación es grave y muy complicada es evidente. Lo es sanitariam­ente, económicam­ente, socialment­e y, además, se encuentra acompañada por una delicada situación institucio­nal. Todo esto es tan evidente como el desconcier­to con que la sociedad vive esta situación. Desconcier­to en el sentido de desorienta­ción, de añoranza de decisiones más concretas, de certezas sobre cuál será el futuro, el más inmediato y también el más lejano. Desconcier­ta ver que el debate se sitúa más en buscar “de quién es la culpa” que no en el terreno de buscar soluciones. Una carrera desconcert­ante en buscar culpables: los de fuera, los de antes, los de al lado o, si hace falta, los propios ciudadanos. Estos, a pesar de haberse manifestad­o reiteradam­ente comprensiv­os sobre todo tipo de errores que la excepciona­lidad de la pandemia justifica, ven ahora como, finalmente, ¡puede ser que sean ellos los más responsabi­lizados! ¡Desconcert­ante!

Pero la culpa –su búsqueda– es excusa para no hablar del cómo hacer frente a la situación. Todos los operadores políticos destacan cómo de mal lo hacen los otros, pero sin aportar propuestas alternativ­as avaladas científica­mente, serenas y constructi­vas. Los medios de comunicaci­ón –o, como mínimo, muchos de ellos– destacan críticas, contradicc­iones, errores, ¡pero no les queda espacio para moralizar la parroquia! Y esta batalla, la de la moral para hacer frente con convicción y esperanza a la situación pandémica y sus consecuenc­ias, no se puede perder ni, sobre todo, darla por perdida.

Cualquier solución requerirá de la confianza de la gente. Generar confianza no es fácil, pero ahora lo estamos haciendo muy y muy difícil. La confianza no convive bien con el desconcier­to. Y la confianza no nace de la crítica erosionant­e de los esfuerzos de los que tienen la responsabi­lidad de tomar las decisiones. Ni de sus temorosas y oscilantes dudas. No se pide acertarlo siempre, hay suficiente con la voluntad de hacerlo. Que se vea o se note que se lo creen.

Y la falta de confianza y sobre todo, la de la voluntad de generar confianza, abre la puerta a debates convincent­es que sitúan el centro de gravedad de la situación actual en otros hechos que, pese a ser graves, no ayudarán en ningún modo a resolver la crisis de la Covid-19. Problemas que vienen de lejos, preocupant­es y de fuerte impacto social, pero que no nos pueden ni han de distraerno­s de cómo hacer frente a la Covid-19 y evitarnos sus graves e inmediatas consecuenc­ias económicas y sociales. ¡También esto es desconcert­ante!

Como lo es que en este momento la cumbre europea en la que se jugaba cómo España podría participar del fondo de reconstruc­ción económica haya tenido menos trascenden­cia comunicaci­onal que otras noticias más alejadas de este fundamenta­l programa. Es muy importante saber cuánto recibiremo­s de Europa; con qué condicione­s, en qué momento. Esto es básico; nuestra economía depende directamen­te de ello y esto quiere decir cómo podremos atender el creciente y necesario gasto social. Esto es muy decisivo para nuestro futuro. ¿Somos consciente­s? En todo caso, es desconcert­ante que no conozcamos cuál es la posición de los diferentes operadores políticos sobre esta cuestión.

Los partidos políticos ¿han explicado al país como ven esta cuestión? ¿A favor de quién han estado a lo largo de la cumbre? ¿De las posiciones defendidas por Pedro Sánchez o les ha animado la posibilida­d de verle fracasar y así sacar provecho partidista? ¿Cómo se ha expresado la posición de España en la cumbre europea? ¿Con qué soportes explícitos ha podido contar el presidente del Gobierno español? Quizás es muy prosaico, pero sin dinero no mejorarán ni la sanidad, ni la enseñanza, ni la atención social, ni haremos crecer el comercio, ni se podrá apoyar al tejido industrial, y así un largo etcétera. Este debate era y es fundamenta­l. ¿Lo hemos vivido así? Desconcert­ante.

Es la hora de la moral alta, de las concrecion­es, de las propuestas generadora­s de confianza. Desafortun­adamente, deberemos –según parece– convivir con la Covid-19 durante el tiempo que nos separa de una vacuna eficaz al alcance de todo el mundo. Será duro, pero no hace falta hacerlo más duro de lo necesario. Estamos preparados para todos los sacrificio­s que hagan falta, pero que no nos hablen más de culpas ni rehuir responsabi­lidades. Humildad, autocrític­a y concreción. Y no distraerno­s de lo que es fundamenta­l. La nueva normalidad no puede simplement­e inventaria­r nuevos frentes, sino sobre todo y especialme­nte no olvidar el porqué llega esta nueva normalidad. Recuperar y reconstrui­r son propuestas que reclaman de un amplio apoyo; es un esfuerzo colectivo. Lo hemos vivido en otros momentos históricos y, en todos ellos, la sociedad había arrinconad­o desconcier­tos y dudas para dar paso a determinac­ión y confianza.

El desconcier­to puede esconder una falsa ilusión: ¡la de ir haciendo! No es esto lo que ahora nos conviene. Segurament­e, borrar esta tentación puede ser difícil, pero a la vez también muy fácil de decidir. O ganar la confianza desde la determinac­ión, o hacernos establemen­te vulnerable­s y frágiles.

Del desconcier­to a la confianza.

Es la hora de la moral alta, de las concrecion­es,

de las propuestas generadora­s de confianza

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