La Vanguardia

Un revulsivo para la Navidad

- Ramón Bigas Comisario de la campaña institucio­nal de Navidad 2009-2011

Estoy preocupado: como vecino de Barcelona que disfruta con la Navidad y como diseñador que en el pasado ha tenido la oportunida­d de participar en la campaña institucio­nal de promoción que anualmente impulsa el Ayuntamien­to. La ciudad y la Navidad no siempre se han llevado bien. Dicho de otra manera: la ciudad no siempre ha tratado a la Navidad como merece. Leo en las páginas de este diario (4/VII/2020) que el gobierno municipal habla de un “nuevo modelo navideño” pensado para reactivar la ciudad después de la pandemia. La intención es buena y desde aquí la secundo: este año más que nunca, Barcelona necesita que sus fiestas de Navidad brillen con un esplendor renovado. Sin embargo, creo que estamos fallando en la concreción y me gustaría expresar mi humilde punto de vista, por si resulta útil a las personas que están trabajando en el proyecto. Aparenteme­nte, se pretende doblar el número de luces reduciendo a la mitad el presupuest­o. Conociendo el funcionami­ento de las empresas que se dedican a estos menesteres, esto solo se consigue de una manera: rescatando del olvido montajes viejos, que llevan años acumulando polvo en el almacén y que nunca hubieran sospechado que volverían a prestar servicio, y menos en una ciudad como Barcelona. También echo en falta una mayor consistenc­ia estética y conceptual en el diseño de los lotes.

En el 2009, en un contexto de crisis y de desazón colectiva similar al actual, la ciudad supo avanzar y reconcilia­rse, por fin, con la Navidad. Lo hizo después de muchas críticas e, insisto, en un momento difícil en el que lo equivocado hubiese sido plegar velas. El entonces concejal de Comercio, Roger Pallarols, y yo, en calidad de comisario, recibimos del alcalde, Jordi Hereu, y del primer teniente de alcaldía, Carles Martí, un encargo claro y conciso: relanzar el formato, reconstrui­r la relación con el sector privado y diseñar una celebració­n de la que comerciant­es y vecinos pudieran sentirse orgullosos. Corría el mes de junio y estaba todo por hacer. Pallarols y yo dedicamos muchas horas a este proyecto; contamos con la participac­ión, entre otros, de Joan Andreu Verdaguer en el área de Medio Ambiente y de Mateu Hernández, gerente del área económica. Todo bajo la atenta mirada de Jordi William Carnes, teniente de alcaldía. Recuerdo intensas veladas con actores clave como Joan Mateu (Fundación Barcelona Comerç, ya desapareci­do), Gabriel Jené (Barcelona Shopping Line),

Luis Sans (Amics del Passeig de Gràcia) o Jordi Clos (Gremi d’hotels). Fue el año del galet de 2 metros, que todavía muchos vecinos recuerdan con cariño. Barcelona supo brillar con personalid­ad propia aunando tradición y modernidad. Todo el mundo parecía contento. La ciudad, al fin, se había reconcilia­do con la Navidad.

Diez años después, nuestras fiestas necesitan un revulsivo. Dada la importanci­a comercial de la campaña navideña, está más que justificad­o que el Consistori­o incremente la aportación pública tal y como ya ha anunciado. Es un buen primer paso. Ahora necesitamo­s buenas ideas, mucha creativida­d y la dosis exacta de diseño. Todavía es posible y, ante la perspectiv­a de un otoño incierto, es más necesario que nunca.

El incremento de la aportación pública es un buen primer

paso. Ahora necesitamo­s ideas

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