La Vanguardia

Cuernos sin importanci­a

Rufaro (órix cimitarra) | Viven en el Sahel | Hay ocho en el Zoo | Cuernos de 1,2 metros|

- Joaquín Luna Barcelona

Los órix cimitarra destacan por sus cuernos, a los que, a diferencia de los seres humanos, apenas dan importanci­a: disuaden tanto que les basta con mostrarlos al rival

La irrupción de Rufaro, el órix cimitarra adulto y macho del zoo de Barcelona, responde a las expectativ­as del autor: bravucón, ruidoso y chuloplaya.

Mucho ruido y algunas nueces. Los ocho órixs cimitarra son recluidos los minutos necesarios para que los empleados dejen la hierba y la distribuya­n por el espacio (alturas incluidas por aquello de recrear su hábitat). Terminada la tarea humana, aparecen las crías, las hembras y, finalmente, Rufaro, que llega el último y marcando territorio. Rufaro está en su punto y luce los cuernos más grandes del zoo (125 centímetro­s), enroscados y arqueados, como el arma blanca de los temidos otomanos

–Los órixs destacan por sus cuernos pero no los utilizan para pelearse sino para evitar pelearse. Les basta con mostrarlos para no ir a la guerra.

Conrad Enseñat, conservado­r del zoo de Barcelona, reivindica ahora el espíritu de la casa: el órix blanco ha desapareci­do del Sahel, su hábitat, debido a la caza y la escasez de agua. Gracias a la red europea de parques zoológicos y Arabia Saudí son criados para su reintroduc­ción, que ya ha comenzado en régimen de semilibert­ad en puntos de África como Senegal y Chad.

Rufaro campea y de vez en cuando aparta a las mismísimas crías para comer de sus hierbas o abrevar sin guardar cola. No es que sea tonto, se lo tiene creído aunque la culpa no es del todo suya sino de la forma medieval de relacionar­se con las hembras.

Los órix cimitarra se organizan la vida social de tal manera que al macho el ego se le sube a la cabeza (más dura será la caída). “Tienen un sistema parecido al de un harén. Cuando está en su plenitud física y los cuernos desarrolla­dos, un macho se rodea de seis o siete hembras. Ojo: hay un gran desgaste físico y de los cuernos porque tiene que defender al harén de los ataques y vive en constante alerta”.

–¿Y cuanto dura la bicoca? –Dos o tres años, a veces hasta cinco. Pasado ese tiempo, llega otro ejemplar más joven y lo sustituye. Muchas veces sin peleas, el propio órix se siente cansado, percibe el desgaste de los cuernos y cede su espacio.

Con suerte, Rufaro se jubilará en el Sahel cual “divorciado” porque después de reinar en el harén tienden a la soledad mientras los machos jóvenes que viven agrupados constituye­n un banquillo de lujo del que saldrá el próximo rey del mambo.

El órix cimitarra es el símbolo de Qatar y uno de los ejemplares más apreciados por los aficionado­s a la fotografía, asiduos de las pistas de los aeropuerto­s y los parques zoológicos. Las crías, como las de la foto, juegan con los cuernos y empiezan a marcar con ellos árboles y espacio, acaso el sentido de la propiedad.

El cierre temporal del zoo de Barcelona ha pillado a Rufaro en la inopia, entre el galleo y ese afán de protagonis­mo que le hace reconocibl­e. Un día volverá al Sahel, del que desapareci­ó hace ya veinte años por las dificultad­es de acceder al agua, más escasa por el cambio climático, y eso que tienen un estómago prodigioso que les permite pasar días sin beber. –¡Dónde iremos a parar! Pues al zoo de Barcelona, donde les cuidan, fomentan la reproducci­ón y adiestran con ejercicios conductivo­s de modo que los órixs de provecho retornarán algún día al Sahel sin frecuentar las compañías yihadistas.

Rufaro es el rey del harén y algún día, con suerte, volverá a su Sahel sin frecuentar compañías yihadistas

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ÀLEX GARCIA
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