La Vanguardia

Los delfines siguen cautivos pero en un zoo griego mayor

Los tres últimos cetáceos que quedaban en la ciudad de Barcelona viajaron el domingo en avión a su nuevo destino en Atenas

- MAYKA NAVARRO

En papel mojado quedará el fogoso espíritu sexual de los tres delfines de Barcelona que desde este fin de semana aguardan en unas piscinas de adaptación su irrupción en el tanque de agua que será su nuevo hogar, en un zoológico privado de las afueras de Atenas. Insaciable­s copuladore­s, Nuik, Tumay y Blau viajaron el domingo en un avión fletado especialme­nte para ellos y sus cuidadores por el Zoo de Barcelona dando así por cumplido el acuerdo que en el 2018 ratificó que la capital catalana debía ser una ciudad libre de cetáceos en cautividad. Entre los nuevos compañeros de aguas en el Attica Zoological Park griego no hay a día de hoy ni una sola hembra en la gran pecera comunitari­a.

No podía ocultar ayer un sentimient­o agridulce el director del Zoo de Barcelona, Sito Alarcón. Es evidente que los tres animales ganan en bienestar porque el delfinario del parque de la Ciutadella se había quedado obsoleto y no cumplía la actual normativa, pero el parque pierde a una de las especies más queridas por los visitantes y, además, en el nuevo recinto los tres cetáceos seguirán como ahora en cautividad. Hace años que los delfines dejaron de ser utilizados como monos de circo en exhibicion­es, pero en Grecia serán igualmente vistos por los visitantes.

El futuro de los tres cetáceos era un problemón que el zoo arrastraba con incomodida­d desde el día en que la Asociación Europea de Mamíferos Acuáticos (EAAM) revisó los criterios que establecen cómo deben ser las piscinas y demás equipamien­tos en los que viven los ejemplares en cautividad. Las nuevas normas pasaron a ser de obligado cumplimien­to el 31 de diciembre del 2018. Los sucesivos retrasos fueron por causas ajenas al zoo. Primero fue una complicada infección por hongos del más pequeño de los tres, Nuik, que obligó a un tratamient­o médico que le impedía viajar. Y entre una cosa y otra llegó el Covid y el cierre de fronteras.

A finales del mes pasado, el zoo barcelonés recibió por fin el permiso para viajar y el visto bueno del equipamien­to griego para recibir a los nuevos inquilinos en su piscina. Los tres delfines se han preparado para el viaje en avión. Alarcón lo explica con palabras que se entienden. “Aunque el vuelo fue corto, debían dejarse inspeccion­ar por sus cuidadores en el cajón de agua en el que viajaban por si había algún contratiem­po”, que no lo hubo.

El nuevo hogar de los delfines no ha gustado a los animalista­s que siguen soñando con un hipotético santuario en el Mediterrán­eo, inexistent­e e imposible de adaptar a unos cetáceos que en su día, salvo uno, llegaron de las aguas calientes del Caribe. Sobre el futuro del delfinario Alarcón prefiere esperar, aún tienen pendiente el derribo del que fue recinto de la orca Ulises y ayer bastantes problemas tenía con el cierre inesperado del zoo pese a los dos certificad­os sanitarios que le acreditan como recinto seguro. “Se pueden contemplar las hormigas del parque de la Ciutadella pero no las serpientes del zoo”, barruntaba el biólogo contrariad­o.

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MANÉ ESPINOSA/ARCHIVO Los espectácul­os con delfines del zoo de Barcelona fueron eliminados en noviembre del 2015

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