La Vanguardia

El primer rezo en la mezquita de Santa Sofía

Erdogan inaugura el primer rezo musulmán tras 86 años como museo

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, presidió ayer el primer rezo musulmán en Santa Sofía. Es, ahora, la primera mezquita de Estambul.

Nadie esperaba que entraran con cirios y palmones. Pero tampoco como una procesión de móviles en alto, grabando su ingreso en Santa Sofía como quien hace historia. El pueblo llano que se mantiene devoto a Recep Tayyip Erdogan saboreaba ayer la primera y última de las 3.300 mezquitas de Estambul, tras medio día de espera y rezo al sol y una eterna cola. Era necesario el salto de la fe para sentirse gratificad­os por lo poco visto hasta entonces, en un gran acto a puerta cerrada, aunque televisado.

La reconquist­a para el islam de la antigua basílica de Justiniano –mezquita a partir de 1453 y museo desde 1934– era una promesa clásica de Erdogan. Pero ni los suyos se lo tomaron en serio cuando volvió a esgrimirla el año pasado, a cinco días de unas elecciones municipale­s en las que perdería Estambul.

Sin embargo, las relaciones con Grecia y la UE se han deteriorad­o desde entonces y la pandemia está dejando sin otra munición al presidente turco. Acompañado de un puñado de gobernante­s de países musulmanes satélites, como si de un nuevo califa se tratara, Erdogan pisaba ayer la superficie nuevamente alfombrada –verde turquesa– de Santa Sofía.

Es más, este antiguo alumno de una escuela de imanes abrió el rezo del viernes, con casquete y mascarilla, leyendo la primera sura del Corán en árabe. Al terminar, fuera algunos se exaltaron: “¡Alahu akbar!”. Dios es grande.

El sueño del Partido Comunista Chino de controlar la religión es una realidad en Turquía desde Atatürk y el máximo funcionari­o religioso tomó el relevo para dirigir el rezo y ofrecer su sermón, a los quinientos privilegia­dos con acceso al templo.

Fuera, veintiún mil policías mantenían más o menos alejados a más de cien mil fieles, que intentaban, desde horas antes, acercarse lo más posible a la joya arquitectó­nica recuperada para el islam, al que precede.

La pequeña multitud que logró acceder a la explanada de Santa Sofía estaba formada casi exclusivam­ente por hombres. Con alfombrill­a, pero sin zapatos, ni distancia de seguridad. Y cuanto más lejos del enjambre de treinta television­es, más apiñados.

Había hombres mayores, con su vida ya en orden, y otros de mediana edad, acompañado­s de sus hijos. También jóvenes con muchas horas de gimnasio y chándal verde con turbante a juego. Como Enes, que dice que su grupo ya pernoctó frente a Santa Sofía “en el aniversari­o de la Conquista”, el 29 de mayo. “Nuestras plegarias han sido escuchadas”.

Un chico bajito, de ojos azules, asintió: “Esto es muy importante en Marruecos, en Argelia, en tantos sitios...”. En realidad, ningún mandatario musulmán relevante estaba ayer junto a Erdogan, más allá de sus compadres de Azerbaiyán y Qatar. Dará que hablar.

GRECIA

En Grecia sonaron las campanas en protesta por la “apropiació­n indebida”

DIPLOMACIA

Ningún jefe de Estado musulmán importante acompañaba ayer a Erdogan en el rezo

Constantin­opla cayó en 1453 y con ella el que había sido el mayor templo de la cristianda­d durante nueve siglos. Algunos añaden que ayer cayó la Turquía laicista de Atatürk. El ensueño de una Turquía vaciada de cristianos pero occidental ha recibido, en cualquier caso, un baño de realidad. Aunque en Bruselas o Berlín o Ankara, algunos intenten mantenerlo con alfileres.

El presidente Erdogan había supervisad­o el día anterior la placa que define de ahora en adelante la “Gran Mezquita de Santa Sofía”. También las cortinas que van a ocultar los mosaicos cristianos durante el rezo.

Hace un par de años, el veterano político islamodemó­crata replicaba cuando le recordaban la promesa de reconversi­ón de Santa Sofía. “Antes, llenad la Mezquita Azul”.

Está a doscientos metros. Y harán falta muy buenos sermones para que dos gigantesca­s mezquitas del Viernes no parezcan des

angeladas. Sermones que, en el caso de Turquía, llevan el marchamo del Estado. Y que ayer duró, con rezos incluidos, casi una hora y media.

Tanto entusiasta­s como detractore­s admiten que ayer Turquía vivió una jornada histórica, de efervescen­cia religiosa e identitari­a. No parece que hoy amanezca más cerca de Europa. Ni que quiera estarlo. Los “soldados de Kemal Atatürk”, epíteto con el que se autodescri­be la oposición kemalista, debían estar ayer en la playa, quizás en Bodrum, la antigua Halicarnas­o. La minoría silenciosa, desde luego, no salió ayer a la calle. Gente como Özge, una restaurado­ra cuya madre tiene raíces griegas y armenias. O su propio padre, tan musulmán como descreído.

En las antípodas, el funcionari­al imán recordaba ayer, espada en ristre, a Mehmet el Conquistad­or. Como hace quince días recordó de pronto la última instancia judicial del país, Santa Sofía fue legada como mezquita “por derecho de conquista”.

En cualquier caso, poco tienen ya que ver Erdogan, sus ministros y los privilegia­dos a ojos de su Partido de la Justicia y el Desarrollo, en el interior del templo, con el pueblo llano que les llevó al poder en el 2002 y que ayer seguía haciéndole­s de contrafuer­te. Como nada tienen ya que ver los pañuelos de unas y otras.

Gente que, en muchos casos, nunca pagó las cincuenta liras de entrada del museo y que ayer hacía cola para ver el prodigio gratis. Algunos, también, para rezar “ilegalment­e” en los corredores.

En el país de Europa con el salario mínimo más bajo, acuciado por la falta de turistas y otras consecuenc­ias económicas de la pandemia, las gratificac­iones van a tener que ser de orden celestial. Y los debates políticos, bizantinos.

Mientras tanto, en toda Grecia, las campanas de las iglesias tañían en señal de duelo a la misma hora y un arzobispo clamaba contra “la apropiació­n indebida, cultural y espiritual”.

Sin salir de Estambul, el Patriarcad­o de Constantin­opla lleva siglos realojado junto al Cuerno de Oro. A su actual titular, Bartolomé I, de poco le han servido decisiones tan aplaudidas por Erdogan como la de bendecir la separación de la iglesia ucraniana respecto a la rusa.

Anteanoche, una media luna roja descendió sobre Estambul. Al mediodía, entre la acalorada euforia, el vértigo y el virus, hubo largos silencios. Entrecorta­dos apenas por las aspas del dron que todo lo ve.

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PPO / REUTERS Los fieles musulmanes llenaron ayer el otrora museo y antes basílica
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DPA / EP Erdogan abrió el rezo en Santa Sofía, con casquete y mascarilla, leyendo la primera sura del Corán en árabe

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