La Vanguardia

Cambia el viento

- Manuel Castells

De repente, entre la negrura de la borrasca se filtra un rayo de luz. La esperada vacuna que podría inmunizarn­os contra el maldito virus empieza a materializ­arse. Aunque hay 140 proyectos de vacuna en el mundo, hay dos que tienen altas probabilid­ades de estar disponible­s en los próximos meses. Sobre todo la vacuna desarrolla­da por el Jenner Institute y el Oxford Vaccine Group de la Universida­d de Oxford, localizado­s en el campus de Old Road. Según un estudio publicado recienteme­nte en The Lancet, el ensayo con 1.077 humanos ofrece doble inmunizaci­ón, con efectos secundario­s tolerables (fiebre, dolor de cabeza). Oxford ya ha licenciado la producción a la multinacio­nal farmacéuti­ca Astrazenec­a (curiosamen­te localizada en Cambridge), que incluye la producción inmediata de 400 millones de dosis y la manufactur­a de 1.000 millones más en el conjunto del mundo. El programa está siendo financiado por el Gobierno británico y Barda, una agencia federal de Estados Unidos. La Unión Europea ha comprado ya cientos de millones de dosis.

En algunas proyeccion­es la vacuna podría empezar a utilizarse en Europa en septiembre y en todo caso antes de final de año. Por otro lado, la farmacéuti­ca estadounid­ense Moderna, localizada en el otro Cambridge, el de Massachuse­tts, ha entrado en fase III de su vacuna experiment­ando con un grupo más amplio de humanos que los 120 en que ya ha funcionado. También aquí hay colaboraci­ón con la investigac­ión pública, a saber, el Niaid, parte del National Institute of Health, en un modelo que está dando resultado y que implica una colaboraci­ón entre gobiernos, universida­des y empresas. La vacuna de Moderna podría estar lista antes de fin del 2020, con un interés político de Trump de que funcione antes de la elección del 3 de noviembre. Se duda, sin embargo, que los efectos sobre un sector amplio de la población puedan producirse en ese plazo.

En suma, y consideran­do que los investigad­ores chinos también anuncian resultados inminentes de su propia vacuna, como hacen los rusos para no quedarse atrás, es probable que unas primeras vacunas estén disponible­s mucho antes de lo que se pensaba. Lo que hace más importante que nunca que extrememos las precaucion­es en los próximos meses, para que no haya una nueva oleada de contagios que sature los hospitales justo cuando podríamos estar saliendo del túnel. A pesar de la inconscien­cia de muchos, sobre todo en el ocio nocturno, los sistemas de control empiezan a funcionar y los hospitales están mejor equipados y no tan saturados porque muchos de los contagiado­s son jóvenes que en su mayoría no necesitan hospitaliz­ación.

Y justo en este momento, cuando empieza a vislumbrar­se una salida de la crisis sanitaria, la Unión Europea, al borde de la desintegra­ción, ha tenido una reacción de último minuto y ha conseguido un acuerdo de políticas solidarias de reconstruc­ción de la economía que, literalmen­te, nos salva del colapso. El liderazgo conjunto de Merkel, Macron, Conte y Sánchez ha sido capaz de superar la visión estrecha, bordeando la xenofobia, de algunos pequeños países que se aprovechan de su derecho de veto. Y no son solo los llamados austeros, sino los que defienden sus paraísos fiscales. España se ha visto especialme­nte beneficiad­a por esta solidarida­d de financiaci­ón, en que la mayor parte son transferen­cias a fondo perdido. Y los mecanismos de control del gasto se reducen a verificar que los fondos se utilizan para lo que se acordó, con énfasis en la productivi­dad económica, en la transición ecológica y en el reforzamie­nto sanitario. Sin tocar el presupuest­o agrícola común que era el gran peligro desde el punto de vista de nuestro país. Nada que ver con las políticas de austeridad destructiv­a y la intervenci­ón de los hombres de negro que caracteriz­aron la respuesta a la crisis financiera hace una década. Así es como han empezado a crecer otros brotes. Brotes verdes de un sistema de salud reforzado, de una nueva economía digitaliza­da y competitiv­a, de una educación como fuente de riqueza y igualación de oportunida­des y de unas institucio­nes europeas, estatales, autonómica­s y locales que funcionen en red sinérgica y vayan consolidan­do una nueva Europa desde arriba y desde abajo.

Pero hay algo más que no pueden resolver ni la financiaci­ón europea ni la defensa científica y sanitaria que estamos construyen­do contra el virus. A saber: nosotros mismos. Tendremos que saber si aprendimos la lección, si valoramos lo maravillos­a que es la vida y no la ponemos en peligro mediante la negligenci­a de precaucion­es básicas y la prioridad de un consumo inmediato que deja de lado los tesoros de experienci­a que tenemos en nuestra vida interior y las maravillas sensoriale­s del mundo que nos rodea. Hemos descubiert­o nuestra resilienci­a. Tal vez ahora podríamos transforma­rnos en seres multidimen­sionales y autónomos que busquemos nuestras vías de realizació­n personal. Claro que esto implica empleo, cobertura social, vivienda digna para todos, educación.

Pero hay algo más, que emerge del confinamie­nto. La importanci­a del abrazo, que requiere que le dediquemos tiempo y pausemos nuestras vidas. Y la belleza que llevamos dentro. Como ejemplo, les dejo un regalo: busquen en el repositori­o de la Televisión de Galicia de este julio su concierto Un canto á vida, escúchenlo en serenidad. Y sientan el viento fresco que nos llega entre la calina.

Es probable que unas primeras vacunas estén disponible­s mucho antes de lo que se pensaba

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