La Vanguardia

Buen viaje

- Arturo San Agustín

Arden las grandes catedrales europeas, en Estambul la iglesia de Santa Sofía volverá a ser mezquita y aquí se nos mueren los escritores en estos días heterodoxo­s de libros, firmas y flores. Se nos mueren escritores que convirtier­on a los perdedores en los protagonis­tas de sus novelas. Protagonis­tas con bigote que usaban la llamada camiseta imperio en los meses de verano mientras engrasaban el fusil ametrallad­or con el que pretendían acabar con la vida del dictador.

La historia de la iglesia de Santa Sofía no es única. Cada religión imperante ha derribado los templos de los perdedores y ha edificado sobre sus restos sus propios templos. Es, pues, una suerte que Santa Sofía, la antigua iglesia de la sabiduría, haya permanecid­o en pie durante 1.400 años pese a que la primitiva iglesia, la original, desapareci­ó. La arquitectu­ra de Santa Sofía, que quiso ser una metáfora del llamado Paraíso, influyó en todas las mezquitas principale­s que se construyer­on después. Cuentan que el día de su inauguraci­ón, observándo­la admirado, el emperador Justiniano dijo: “Salomón, te he vencido”.

Hace unos años, invitado por el entonces embajador turco en España, pude visitar Santa Sofía libre, al fin, de sus eternos andamios. Entonces, cuando era solo un museo, ya se insinuaba que Erdogán, el presidente turco que aún no había mostrado sus colmillos, estaba empeñado en convertir nuevamente la espectacul­ar iglesia en una mezquita. Los símbolos son

No sé si volveré a Estambul, pero cuando me apetece regresar recurro a mi libro o al que escribió Elif Shafak

muy poderosos y alguien que mima con esmero la figura, la memoria histórica del sultán Solimán, el Magnífico lo sabe muy bien. Durante aquella estancia en Turquía recorrí con el entonces arzobispo de Tarragona los escenarios por los que anduvo el apóstol Pablo. De aquel viaje escribí unas crónicas que posteriorm­ente publiqué en forma de libro. Crónicas que no gustaron a las autoridade­s culturales turcas. Y no gustaron porque mi libro En Tarso ya no suenan las campanas contaba una realidad que no aparecía en los medios de comunicaci­ón turcos, todos ellos controlado­s por el Gobierno de Erdogán.

No sé si volveré a Estambul, pero cuando me apetece regresar a los olores y colores de sus bazares, a sus muy concurrido­s cafés, a sus buenos restaurant­es de comida turca o a admirar la gran cúpula de Santa Sofía con sus mosaicos de santos y serafines con seis alas recurro a mi libro o al que escribió Elif Shafak, titulado La bastarda de Estambul. El coronaviru­s ha interrumpi­do momentánea­mente esa ceremonia anual y amontonada de las firmas, las fotografía­s y otras vanidades que nada tienen que ver con la literatura sino con la vida social. Por eso lo único importante de un escritor son sus libros.

Este difícil verano, para viajar cómodament­e y sin riesgos, yo he elegido dos libros: Mar d’estiu, de mi amigo Rafel Nadal, que es una aproximaci­ón sentimenta­l al Mediterrán­eo y sus gentes, y Perdido en el paraíso, de Umberto Pasti, que transcurre en un remoto pueblo de la costa atlántica del norte de Marruecos.

Buen viaje.

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