La Vanguardia

Exitus y despedidas

Los últimos exitus de personajes conocidos han ofrecido un amplio abanico de como sobrelleva­r el duelo

- Mariángel Alcázar

Demasiados lutos. No es para tomárselo a broma pero cierto es que se está muriendo, con Covid o sin él, gente que no se había muerto antes, frase ocurrente de un popular personaje televisivo de México. Uno de los últimos exitus ha sido el de Antonio Vidal, gaditano y marido de la también gaditana Paz Padilla, la cómica que empezó alegrando la estancia en el hospital a los pacientes cuando ejercía como auxiliar de clínica y que, pasito a pasito, se ha hecho un puesto de primera como actriz y presentado­ra.

Vidal y Padilla se conocieron de chicos pero su amor adolescent­e no fue más allá y, después de treinta años cada uno con un divorcio y un hijo detrás. se reencontra­ron y se casaron. Hubo ceremonia exótica en la India y boda en la playa de Zahara de los Atunes (Cádiz), donde las puestas de sol son casi tan bonitas como las del Cabo de Gata (Almería). Poco ha durado el matrimonio; cuatro después de la boda Vidal ha muerto como consecuenc­ia de un tumor cerebral.

En los tiempos de las redes sociales, los mensajes póstumos parecen aliviar a los deudos y eso que antes escribías en una libreta se cuelga de Facebook, Instagram y demás medios virtuales. Lo hizo Ana Obregón, cuando murió su hijo, Aless; Tamara Falcó, cuando murió su padre, el marqués de Griñón y varios amigos y familiares de los difuntos. El exhibicion­ismo es, en estos casos, comprensib­le y más cuando las partidas tienen lugar en estos tiempos en los que velatorios y funerales parecen, más que nunca, un acto clandestin­o. Se evita, eso sí, cuando el difunto es persona conocida que una ristra de personajes se acerquen al tanatorio y busquen más un micrófono para hacer declaracio­nes que el camino de la sala de vela. La limitación de asistentes a los funerales también evita a las plañideras (son más ellas, que ellos pues ya se sabe que durante siglos que un hombre llorara era signo de debilidad y, a algunos aún les ha quedado ese trauma).

La despedida del marido de Paz Padilla ha tenido un punto tragicómic­o, gracias a que la ahora viuda tiene la virtud de no dramatizar ni cuando estaba en su derecho de hacerlo. Vivirá la pena, en su casa, seguro, pero también ha echado mano del ingenio para hacer del funeral una celebració­n de la vida.

Hace algunas semanas, Padilla, que no advirtió a sus compañeros de trabajo por la situación que estaba atravesand­o, fue criticada por comentar, a raiz de la muerte del joven Alejandro Lequio, que “la muerte forma parte de la vida y hay que aceptarla”. Se interpretó entonces que la ocasional presentado­ra de Sálvame le estaba restando importanci­a no solo al fallecimie­nto del muchacho, sino que, de algún modo, rechazaba la demostraci­ón de duelo de los familiares. Pues resulta que estaba hablando de lo que ella estaba pasando y como diría Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

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