La Vanguardia

Santi Moix encara el reto de crear un fresco en 20 minutos en Peralada

- M. CHAVARRÍA

La Simfònica del Liceu dirigida por Josep Pons se reúne hoy en el Festival de Peralada con Santi Moix (Barcelona, 1960) para una curiosa joint venture que presenciar­án unos cuantos invitados en el escenario habilitado en la Muralla del Carme, más el público que siga el espectácul­o por streaming. Mientras la orquesta interpreta en escena la Música para los reales fuegos artificial­es de Händel, el artista plástico ha de reproducir sobre un muro de mortero situado al otro lado del puente de la muralla el fresco que lleva tres días ensayando.

No es habitual ni deseable fijarse un límite temporal para la creación. Pero tampoco se trata de mera pintura rápida –“sería ya pintura express”, bromea el artista–, sino que de brindar el raro placer de atender una obra musical y asistir a tiempo real a la creación de un fresco.

“Es una performanc­e con la que queremos transmitir un punto de encuentro entre la expresión musical y pictórica. Es hablar sobre la verdad de cada uno y saber expresarlo de una manera colectiva con el lenguaje de cada cual”, afirma el artista barcelonés que lleva desde 1986 afincado en Nueva York.

Por suerte, la música barroca tiene esa cualidad flexible que es la repetición, que permite acortar y ampliar compases. La conocida pieza de Händel dura entre 20 y 24 minutos según la dirección musical, y lógicament­e el artista plástico se ha pedido la versión extended. Pons la interpreta­rá en 24 minutos.

El proceso de ensayos pictóricos, con pigmentos naturales al agua, dura desde la mañana del jueves. Y para el momento de la actuación, esta noche a las 22 h, Moix habrá realizado el fresco una decena de veces. Tras cada intento, los hermanos Pujol de Manresa, que son parte de una saga de estucadore­s, pican el muro de mortero preparado con cal –de cuatro por dos metros– para volver a dejarlo listo para que Moix pueda volver a la carga hasta asegurarse que tiene dominados los tempos de su creación.

Moix rehúye revelar el contenido de ese cuadro sorpresa que él tiene perfectame­nte claro en su mente, pero lo que sí comenta este creador polifacéti­co, conocido por la mezcla de figuración y abstracció­n –prueba de ello es su exitoso fresco contemporá­neo de la iglesia de Sant Víctor de Seurí en Los Pirineos–, es cómo le fascinaron los fuegos artificial­es de Japón, los Hanabi, “un estallido de luz, como todo el cielo en fuego. Con el tiempo me di cuenta de que yo ya sin saberlo llevaba tiempo haciendo Hanabi, o flores”.

La noche, dedicada al personal sanitario de las comarcas de Girona, comenzará con la 7.ª Sinfonía de Beethoven. Y al finalizar, la obra de Moix se trasladará al Hospital Clínic de Barcelona para al cabo de un tiempo instalarse definitiva­mente en Peralada.

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BELA ADLER La angustia del artista. Desde el jueves lleva ensayando Santi Moix esa obra exprés que tiene muy meditada y que ha de durar lo que la Música para los reales fuegos artificial­es de Händel. La interpreta­n Josep Pons y la Simfònica del Liceu

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