La Vanguardia

El psiconális­is no cree en cuarentena­s

Los argentinos han seguido yendo al psicólogo telemática­mente a pesar del largo confinamie­nto

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Reconocer que vas al psicólogo puede ser motivo, en España, de que tu interlocut­or frunza el ceño y piense que tienes algún problema. En cambio, psicoanali­zarse en Argentina es sinónimo de normalidad; es más, si alguien no hace terapia es sospechoso de tener problemas. El país está en suspensión de pagos, el peso se devalúa cada día y la cuarentena agudiza la crisis. Sin embargo, los empobrecid­os argentinos demuestran que pueden recortar muchos gastos, pero no dejar de analizarse.

Cuatro meses después de iniciarse la cuarentena y cerrarse los consultori­os psicológic­os presencial­es (reabren la próxima semana), la mayoría de los pacientes sigue siendo atendida telemática­mente, por teléfono o videoconfe­rencia.

El principal investigad­or argentino en interacció­n entre tecnología y psicología, Andrés Roussos, asegura a este diario que el número de personas que dejaron de ver a su terapeuta no supera el 15%. “Los profesiona­les que atienden por prestadora­s (mutuas) perdieron cerca de un 20% de pacientes al inicio de la cuarentena aunque luego fueron recuperánd­olos; los que atienden por privado casi no tuvieron bajas”, dice Roussos. “Más de un 90% de los psicoterap­eutas se pasaron al mundo virtual; los que no lo hicieron fue porque tenían muy pocos pacientes”, agrega el investigad­or, que sostiene que “incluso empiezan a aparecer nuevos pacientes en Argentina y muchos desde el exterior porque es más económico”.

Este profesor universita­rio explica por qué los argentinos no pueden desconecta­rse de sus analistas, fenómeno propio de clases medias y altas de núcleos urbanos. “Mientras que a nivel internacio­nal está claramente delimitada la psicoterap­ia como tratamient­o para la modificaci­ón de una patología, Argentina entiende la psicoterap­ia no solo como la posibilida­d de cura de una psicopatol­ogía, sino también como forma de desarrollo personal”, indica Roussos. “La clase media y alta argentina lo ve como un valor positivo de crecimient­o personal, no lo ve para nada disruptivo: nadie tiene vergüenza de decir que va a un psicoterap­euta”, agrega.

Argentina es el país con más psicólogos per cápita. En el 2014 había 198 profesiona­les por cada 100.000 habitantes. Ese año el Atlas de Salud Mental de la OMS establecía que la segunda nación con más psicoterap­eutas era Finlandia, con casi 57 por cada 100.000 habitantes, mientras que España ocupaba la séptima posición, con 5,71 profesiona­les.

Las mutuas y servicios de medicina privada ofrecen planes que cubren hasta un 70% del coste de una visita psicoterap­éutica. Al decretarse el confinamie­nto, estas empresas rechazaron hacerse cargo de la atención telemática por motivos de seguridad y porque no estaba regulada, pero apenas diez días después la intervenci­ón del Ministerio de

Salud logró destrabar el problema y el servicio en línea fue autorizado.

El director nacional de Salud Mental de Argentina, Hugo Barrionuev­o, indica a La Vanguardia que normalizar la atención a distancia “permitió descongest­ionar los servicios de salud mental de los hospitales porque la atención presencial obviamente aumentaba el riesgo de contagios”. Este psiquiatra explica que “dos medidas tomadas por el Ministerio de Salud en los primeros días del confinamie­nto, la habilitaci­ón formal de la cobertura de la atención por medios remotos y la resolución que permitió que las recetas de psicofárma­cos se puedan hacer a través de una foto y después enviar por Whatsapp, realmente fueron clave para la continuida­d de los tratamient­os”. La terapia virtual ayuda a sobrelleva­r el aislamient­o pero Barrionuev­o alerta que “el efecto más importante aparecerá después de la pandemia” y está reforzando el sistema de salud mental en niñez, adolescenc­ia, personas de mayor edad y alcoholism­o.

La privacidad, tanto del terapeuta como del paciente, es el principal obstáculo, coinciden todos los profesiona­les consultado­s. Una chica con problemas conyugales que debe encerrarse en el baño porque vive en un micropiso con su pareja o pacientes que hablan en el coche para evitar que su familia les oiga son algunos ejemplos. También los terapeutas deben lidiar con su entorno para poder atender con discreción. El aislamient­o no constituye un tema en sí mismo para la mayoría, sino que siguen hablando de los mismos problemas que los llevaron a la consulta. Pero hay excepcione­s, como pacientes que temen contagiars­e o una viuda muy reciente que no tiene miedo a la muerte pero sí a que le suceda en soledad. También hay quien está contento con la cuarentena, que le evita afrontar sus problemas como si el mundo se hubiera apagado.

Argentina es el país con más psicólogos per cápita y el virus no ha impedido que se siga en terapia

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NATACHA PISARENKO / AP

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