El psiconálisis no cree en cuarentenas
Los argentinos han seguido yendo al psicólogo telemáticamente a pesar del largo confinamiento
Reconocer que vas al psicólogo puede ser motivo, en España, de que tu interlocutor frunza el ceño y piense que tienes algún problema. En cambio, psicoanalizarse en Argentina es sinónimo de normalidad; es más, si alguien no hace terapia es sospechoso de tener problemas. El país está en suspensión de pagos, el peso se devalúa cada día y la cuarentena agudiza la crisis. Sin embargo, los empobrecidos argentinos demuestran que pueden recortar muchos gastos, pero no dejar de analizarse.
Cuatro meses después de iniciarse la cuarentena y cerrarse los consultorios psicológicos presenciales (reabren la próxima semana), la mayoría de los pacientes sigue siendo atendida telemáticamente, por teléfono o videoconferencia.
El principal investigador argentino en interacción entre tecnología y psicología, Andrés Roussos, asegura a este diario que el número de personas que dejaron de ver a su terapeuta no supera el 15%. “Los profesionales que atienden por prestadoras (mutuas) perdieron cerca de un 20% de pacientes al inicio de la cuarentena aunque luego fueron recuperándolos; los que atienden por privado casi no tuvieron bajas”, dice Roussos. “Más de un 90% de los psicoterapeutas se pasaron al mundo virtual; los que no lo hicieron fue porque tenían muy pocos pacientes”, agrega el investigador, que sostiene que “incluso empiezan a aparecer nuevos pacientes en Argentina y muchos desde el exterior porque es más económico”.
Este profesor universitario explica por qué los argentinos no pueden desconectarse de sus analistas, fenómeno propio de clases medias y altas de núcleos urbanos. “Mientras que a nivel internacional está claramente delimitada la psicoterapia como tratamiento para la modificación de una patología, Argentina entiende la psicoterapia no solo como la posibilidad de cura de una psicopatología, sino también como forma de desarrollo personal”, indica Roussos. “La clase media y alta argentina lo ve como un valor positivo de crecimiento personal, no lo ve para nada disruptivo: nadie tiene vergüenza de decir que va a un psicoterapeuta”, agrega.
Argentina es el país con más psicólogos per cápita. En el 2014 había 198 profesionales por cada 100.000 habitantes. Ese año el Atlas de Salud Mental de la OMS establecía que la segunda nación con más psicoterapeutas era Finlandia, con casi 57 por cada 100.000 habitantes, mientras que España ocupaba la séptima posición, con 5,71 profesionales.
Las mutuas y servicios de medicina privada ofrecen planes que cubren hasta un 70% del coste de una visita psicoterapéutica. Al decretarse el confinamiento, estas empresas rechazaron hacerse cargo de la atención telemática por motivos de seguridad y porque no estaba regulada, pero apenas diez días después la intervención del Ministerio de
Salud logró destrabar el problema y el servicio en línea fue autorizado.
El director nacional de Salud Mental de Argentina, Hugo Barrionuevo, indica a La Vanguardia que normalizar la atención a distancia “permitió descongestionar los servicios de salud mental de los hospitales porque la atención presencial obviamente aumentaba el riesgo de contagios”. Este psiquiatra explica que “dos medidas tomadas por el Ministerio de Salud en los primeros días del confinamiento, la habilitación formal de la cobertura de la atención por medios remotos y la resolución que permitió que las recetas de psicofármacos se puedan hacer a través de una foto y después enviar por Whatsapp, realmente fueron clave para la continuidad de los tratamientos”. La terapia virtual ayuda a sobrellevar el aislamiento pero Barrionuevo alerta que “el efecto más importante aparecerá después de la pandemia” y está reforzando el sistema de salud mental en niñez, adolescencia, personas de mayor edad y alcoholismo.
La privacidad, tanto del terapeuta como del paciente, es el principal obstáculo, coinciden todos los profesionales consultados. Una chica con problemas conyugales que debe encerrarse en el baño porque vive en un micropiso con su pareja o pacientes que hablan en el coche para evitar que su familia les oiga son algunos ejemplos. También los terapeutas deben lidiar con su entorno para poder atender con discreción. El aislamiento no constituye un tema en sí mismo para la mayoría, sino que siguen hablando de los mismos problemas que los llevaron a la consulta. Pero hay excepciones, como pacientes que temen contagiarse o una viuda muy reciente que no tiene miedo a la muerte pero sí a que le suceda en soledad. También hay quien está contento con la cuarentena, que le evita afrontar sus problemas como si el mundo se hubiera apagado.
Argentina es el país con más psicólogos per cápita y el virus no ha impedido que se siga en terapia