La Vanguardia

Vías de escape

- Llucia Ramis

Raquel Taranilla dice que la literatura es una herramient­a tan válida como la física para entender el mundo

Queridos Roberto, Jordi, Laia y Montse. Esta semana tendría que haberos visitado a la Taifa, como cada año en estas fechas, para hacer acopio de libros estivales. No sé si habría ido el 23 o cualquier otro día. Pero me apunté al éxodo barcelonés precipitad­amente porque no quería arriesgarm­e a pasar otros siete meses sin ver a mi familia. Así que el llamado Sant Jordi de verano me pilló en Palma, donde se bautizó como Llibres a la Fresca. Algo bastante irónico, teniendo en cuenta que las paradas se montaron al mediodía para que pudieran estar abiertas de cinco de la tarde a once de la noche. En la calle Blanquerna, y en las plazas próximas a las librerías –distribuid­as por barrios para evitar aglomeraci­ones–, corría una brisa suave a partir de las siete, y había buen ambiente local con mascarilla.

“¿Será este el fin del turismo de masas?”, le preguntaba el miércoles la directora de Seix Barral, Elena Ramírez, a la ganadora del último Biblioteca Breve, Raquel Taranilla, a través de Instagram. En su novela

Noche y océano (cuyo manuscrito los miembros del jurado subrayaron y llenaron de post-its) hay un “despertar de la conciencia de la clase turista”, según la editora, casi un vaticinio de la situación actual. La autora no se atreve a sacar grandes conclusion­es de lo que está pasando (en presente continuo, porque tendemos a utilizar el pretérito para hablar de la pandemia). “Nos parece que ya estamos de resaca, y no”, advierte. No sabría pronostica­r si habrá un antes y un después. Es lenta reflexiona­ndo las cosas, asegura; si algo está cambiando, habrá que pensarlo, pero ella será de las últimas en hacerlo.

Dice que la literatura es una herramient­a tan válida como la física para entender cómo funciona el mundo, es un campo de exploració­n y análisis. Y, a la vez, un juego intelectua­l construido entre todos. Quien le da sentido es el lector. El mismo que, el jueves, se acercó a los expositore­s de una veintena de librerías palmesanas, donde hubo firmas de ejemplares, cuentacuen­tos y conciertos sobre los escenarios. Jaume Tugores tocó de luto por la muerte de su maestro Ennio Morricone, en la plaza de los Patines. Antes se había presentado allí

Escrit a casa, un trabajo colectivo impulsado por la Fundació Mallorca Literària, y en el que, durante el confinamie­nto, participar­on doce autores, doce ilustrador­es y doce actores que leyeron los videorelat­os en Youtube. Recopilado en un libro, el resultado es otra prueba de que la cultura, además de segura, es sólida y necesaria. “Y pese a ello, a menudo precaria”, recordó uno de los escritores, Sebastià Portell.

Todos los textos debían reflejar un aspecto de la isla durante la pandemia, y Jaume C. Pons Alorda evitó el aspecto paradisíac­o para describir la violencia machista en pleno encierro, en uno de los barrios más desatendid­os de Palma. “La ciudad cultural se convierte en un espacio de ansiedades”, había apuntado Lucía

Lijtmaer el día antes, en el que tendría que haber sido el primer debate presencial del CCCB tras el confinamie­nto. Pero los rebrotes en Barcelona provocaron que Jordi Costa y ella dialogaran sobre la Genealogía personal del videojuego ante una platea vacía, en un acto retransmit­ido por Youtube.

Lijtmaer hizo un paralelism­o entre los videojuego­s y la literatura gótica: en ambos casos se crea un mundo propio donde la atmósfera es vital, existe una idea de repetición, y el participan­te y el lector deben completar los fragmentos que se le presentan. El espacio donde perderse parece infinito; no es tan importante lograr un objetivo como el trayecto del descubrimi­ento: “Tú eres un sujeto autónomo y generas algo para que eso se construya”. Lo que le molesta a Costa de ese laberinto como vía de escape son sus límites. Ha intentado enganchars­e a varios videojuego­s sin éxito, porque cuando se harta de abrir cajones infructuos­amente, quemaría la habitación, pero esa opción no existe. Se frustra cuando hace avanzar a su avatar, y choca con un muro o una puerta. “Me iría por lugares desolados a pasear un rato”, dice, “lo virtual tendría que ser omnipotent­e y fluir en todas partes”. Lijtmaer añade que la situación actual, en un mundo cada vez más digitaliza­do, demuestra que no sabemos hasta qué punto lo inmersivo es capaz de serlo realmente.

El lector le da sentido al texto, y el autor es la primera piedra de la construcci­ón. El martes conversaro­n dos premios Fémina, cuyo jurado está compuesto íntegramen­te por mujeres: Manuel Vilas con

Ordesa (Alfaguara), y Sylvain Prudhomme con Por las carreteras (ADN/ Les Hores). En el Youtube del Institut Français, Xavi Ayén buscó similitude­s entre los libros: apuntan a la llamada “nueva sensibilid­ad masculina; las emociones son muy importante­s, no predomina el pudor y hay mucha dosis de honestidad”. Para escribir el suyo, Prudhomme volvió a hacer autoestop, como cuando era joven, y le decía a quien le llevara que estaba investigan­do sobre el amor. Quería explorar la libertad que se da cuando dos desconocid­os comparten un trecho del trayecto. Sería maravillos­o viajar hasta Mallorca a dedo, a pie, o en tren. Pero este año es más complicado que nunca escaparse a ninguna parte. Por suerte, la lectura sigue siendo un buen refugio. Feliz verano raro.

El día del Libro en Mallorca

El jueves, en Palma se celebró la fiesta Llibres a la Fresca, el Sant Jordi de verano en Mallorca. Esta es una imagen de la calle Blanquerna

Biblioteca Breve

La ganadora de este premio, Raquel Taranilla, habla de su novela Noche y océano

con la directora de Seix Barral, Elena Ramírez

Sylvain Prudhomm. El escritor francés habla con Manuel Vilas de los libros con que han ganado el premio Fémina, moderados por el periodista Xavi Ayén

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LLUCIA RAMIS
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YOUTUBE / INSTITUT FRANÇAIS
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