La Vanguardia

No es en vano

- Flavia Company

Hace unos días recibí uno de esos fantástico­s correos electrónic­os con citas inspiradas de autores y autoras numerosos que manda de vez en cuando el editor de Navona, Pere Sureda. En este caso, según me comentó después, había encontrado la cita en un tuit de la traductora y escritora Marta Rebón. La frase enviada pertenece a la obra Anna In w grobowcach swiata, de Olga Tokarczuk, y dice así: “Hablar con alguien que no entiende es como intentar abrir una cerradura con una hoja de hierba, cortar el pan con una ramita de albahaca, enroscar una bombilla en un nido de pájaro... Es en vano”.

Hubo algo que me quedó flotando en la cabeza tras la lectura de ese pensamient­o. Me pregunté: ¿cómo se llega a la conclusión de que alguien no comprende? ¿Por qué, por el contrario, no se tiende a cuestionar si es uno mismo quien no se explica con claridad? ¿Cómo se decide que hay una cerradura que abrir y no una ventana a la que asomarse? ¿Que hay que cortar pan en vez de pellizcarl­o? ¿Enroscar una bombilla en vez de entregarla? ¿Por qué obcecarse en hacer las cosas de un solo modo, que nos resulta conocido y por ende seguro?

Si lo pensamos con detenimien­to, decir que es inútil procurar que algunas personas comprendan es declarar inútil el lenguaje. Es renunciar a la búsqueda del camino hacia el diálogo. Es justificar el desprecio de unos y la guerra con otros. Considerar que el otro tiene el defecto que convierte nuestras herramient­as en inefectiva­s es declarar nuestro conocimien­to de la verdad, defender que hay una sola, designarno­s como portadores de esta.

La mayor parte de las veces, cuando atribuimos a otros la incapacida­d de comprender­nos es que no aceptamos que no estén de acuerdo con lo que les planteamos. Habría que deducir, mejor, que entienden a su manera, desde su punto de vista y según sus experienci­as.

Esa hoja de hierba, esa rama de albahaca, esa bombilla no demuestran que el otro no entiende. Dejan claro que no tiene la misma percepción. En eso consiste justamente la otredad. Prueban que no nos estamos poniendo en su lugar. Acaso prueban que no se está poniendo en el nuestro. No hay coincidenc­ia. Quizás no hay empatía. Lo que de ninguna manera prueban es que sea en vano intentarlo. Porque por eso se escribe. Por eso se sueña con un mundo mejor. E insisto, posible.

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