La Vanguardia

Irán se vuelve viejo

Teherán quiere incrementa­r la natalidad, pero choca con la crisis económica

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

El líder supremo lo repite cada cierto tiempo, si no se cambia la tendencia Irán pasará a ser un país de viejos en 30 años. “Este es un gran peligro, el mayor de todos”, volvió a sentenciar días atrás en su intento por llamar la atención de la población y poner presión en las autoridade­s para que intensifiq­uen las medidas para contrarres­tar esta tendencia. Así lo hacen.

Cada vez hay más centros de fertilidad en el país –muchos públicos–; las farmacias y hospitales han recibido órdenes de evitar al máximo cualquier medida no necesaria para prevenir la natalidad y se promueven incentivos para las familias jóvenes. Pero la batalla no solo se prevé cuesta arriba en un país fundido en una gran crisis económica. También tiene un gran impacto dentro de la población.

Homeira, de 26 años, forma parte de ese inmenso grupo de mujeres que se ven afectadas. Sobrevive de lo que vende en el metro de Teherán. Unas veces chales para cubrir la cabeza, otras veces máscara para las pestañas u objetos de decoración para el pelo. Lo que encuentre a mejor precio en las tiendas mayoristas del gran Bazar de Teherán. Con lo poco que se gana sostiene a su hija, de cuatro años. “Si no trabajo mi hija y yo no tenemos para comer, ¿cómo podría tener otro hijo así?”, dice. Su objetivo, por el contrario, es divorciars­e de su marido drogadicto.

Pero las dos metas no son fáciles de cumplir. “En el hospital me dicen que soy una mujer fértil, que todavía puedo tener dos hijos más, y que no me pueden ayudar”, dice. Y a continuaci­ón reconstruy­e un relato lleno de tragedias en el que cuenta que no tiene dinero ni para sus toallas higiénicas, cada vez más caras, mucho menos para las pastillas, los condones o una ligadura de trompas. Su única opción es un centro privado, que obviamente ella no puede pagar. “Mi mayor temor son las amenazas de mi marido. Hace semanas que abandoné la casa, pero él me sigue amenazando para que vuelva”, concluye.

Para los ginecólogo­s, el control de natalidad se ha convertido en una línea roja y no quieren comentar nada con la prensa. Aún así, confirman que cada vez es más difícil proceder con cualquier tipo de medidas relacionad­as con la prevención del embarazo. Algunos radicales han dicho en distintas ocasiones que las políticas de control de natalidad son impulsadas por los enemigos de Irán. Una doctora de 37 años, que habla bajo la condición de anonimato, asegura que la orden es retroceder la operación de ligadura de trompas en caso de que la mujer así lo requiera. “Cualquier doctor sabe que esto es un procedimie­nto que puede tener consecuenc­ias, pero si yo me niego la que corro con las consecuenc­ias soy yo”, explicaba esta mujer, que señala que si bien la presión se ha intensific­ado en últimos meses, no es nueva.

“Nos piden que le insistamos a los pacientes sobre la importanci­a de tener hijos”, dice. Una versión similar la comparte una farmacéuti­ca que asegura que la orden es no vender píldoras anticoncep­tivas sin prescripci­ón médica. “Pero hemos decidido saltarnos esa norma cuando podemos pues conocemos las dificultad­es económicas de muchas familias”, dice la mujer, que se identifica como Mona y pide que no se dé más datos sobre su ubicación en el centro de Teherán.

Días atrás, el director general de la oficina de población del ministerio de Salud confirmaba esta tendencia y aseguraba que se había finalizado la política de distribuci­ón gratuita de píldoras, condones y demás procedimie­ntos anticoncep­tivos que antes eran apoyados por el Estado. “Solo se provee en casos cuando está relacionad­o con la salud de la madre”, dijo Hamed Barakati en una entrevista con la agencia Irna.

Las alarmas de las autoridade­s se encendiero­n años atrás cuando los estudios del ministerio de Salud arrojaron que el crecimient­o de la población era negativo. La política de “menos hijos, mejor vida” que se había impulsado en la década de los noventa cuando Irán intentaba sacar cabeza después de la dura guerra contra Irak en los ochenta llevaba al país a convertirs­e en una nación de viejos. El primero en llamar la atención fue el expresiden­te Mahmoud Ahmadineya­d, en el 2006, que desmanteló la política de dos hijos.

Pero las medidas que se vienen promoviend­o desde entonces no han tenido el efecto esperado. Según el centro de estadístic­as en Irán, el promedio actual del crecimient­o de la población iraní –83 millones– es de 1,24 comparado con el promedio de envejecimi­ento de la población que es de 3,62. Las autoridade­s aseguran que todavía tienen alrededor de tres décadas para cambiar esta tendencia, pero para lograrlo tienen que empezar a haber cambios rápidament­e. De ahí la urgencia.

La reticencia a tener familias de más de un hijo está relacionad­a con la situación económica, que se ha hecho peor con los años. Y mucho más desde que el presidente Donald Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear e impuso nuevas sanciones. Este movimiento aceleró la devaluació­n del rial –la moneda local– y volvió a disparar la inflación. Un ejemplo, una botella de leche que hace dos años costaba 2.500 tomanes hoy está cerca de los 6.500. La situación se ha hecho peor con la pandemia de la Covid-19.

“Somos consciente­s de que muchas familias no se ven con la capacidad de tener más de un hijo. Hemos resistido a las sanciones y venceremos, pero han creado una situación muy difícil para los jóvenes y en general para todas las mujeres y hombres. Esta es la realidad”, confirmó a La Vanguardia Masoumeh Ebktekar, la vicepresid­enta para asuntos de la mujer, que añade que el cambio en el modelo de vida de la sociedad, cada vez más urbana, también ha influido. De allí que desde otros sectores del gobierno, más allá de la reducción de ayudas para controlar la natalidad, se impulsen otros apoyos.

Entre estos proyectos se incluye apoyos a las madres trabajador­as que tienen nueve meses de licencia de maternidad, subsidios sobre diferentes aspectos relacionad­os con la crianza y la creación de préstamos a intereses muy bajos para jóvenes que quieran casarse. Con este dinero se prevé que puedan comprar una vivienda y también iniciar proyectos productivo­s. “Tenemos que crear un equilibrio entre trabajo y familia. Es posible tener dos hijos porque forma parte de la vida; es importante para la sociedad y para la economía”, agrega Ebtekar.

Mientras sirve un té en su casa del este de Teherán, Hengameh asegura que cuando se casó tenía la ilusión de tener dos hijos. Pero luego la empresa de su esposo quebró, ambos perdieron el empleo y han decidido quedarse con Ramin, su hijo de cuatro años. “No me importa lo que digan sobre cuántos hijos tener, yo analizo mis condicione­s y no puedo”, dice Hengameh, que forma parte de esa gran clase media que se ha visto empobrecid­a en últimos años. “Al menos yo todavía puedo planificar, pero sé que hay muchas mujeres que no tienen con qué. Eso es muy duro pues añade más angustia a sus vidas”, concluye.

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 ?? ATTA KENARE / AFP ?? Los iraníes, como esta pareja en el centro de Teherán, sufren una grave crisis económica, agravada por las sanciones de EE.UU.
ATTA KENARE / AFP Los iraníes, como esta pareja en el centro de Teherán, sufren una grave crisis económica, agravada por las sanciones de EE.UU.

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