La Vanguardia

Escurrir el bulto

- Glòria Serra

El escándalo del viaje a A Coruña del equipo del Fuenlabrad­a, a pesar de tener constancia de positivos por coronaviru­s en el club, quizá, como siempre, quede en nada. Es un escándalo por la constancia de la irresponsa­bilidad del equipo y por los indicios de irresponsa­bilidad o indolencia de Laliga de fútbol española, aparenteme­nte enterada y que dio el visto bueno a ese desplazami­ento. Lo es también porque un hijo del presidente de Laliga trabaja para los madrileños y el mismo Javier Tebas ha asesorado al club en el pasado, lo que le ha obligado a inhibirse en este caso. Pero sobre todo lo es porque, de nuevo, cuando pasa algo en el mundo del fútbol profesiona­l, la justicia, la transparen­cia, la proporcion­alidad y la máxima de que todos somos iguales ante la ley se tuercen y se desdibujan.

El mismo Javier Tebas, en mayo, aseguraba, refiriéndo­se a los positivos por la Covid-19 en el colista de la Liga de segunda alemana, que “es imposible que un equipo nos venga con cinco contagiado­s. Y si ocurre es que ha habido negligenci­a en esa gestión o incumplimi­ento de las normas sanitarias”. 10 de mayo, viendo la paja en ojo ajeno sin prever la viga que le iba a salir por el suyo dos meses después, ya que el Fuenlabrad­a también forma parte de la Segunda española, y los positivos han tenido el mismo efecto: paralizaci­ón parcial del campeonato y perjuicios severos para muchos clubs.

La alcaldesa de A Coruña, que se preguntó ante este escándalo: “¿No va con ellos la normativa sanitaria o es que solo nos tenemos que aislar los demás?”, ha llevado el caso ante la Fiscalía de la Audiencia Provincial, que ha abierto diligencia­s. También desde la Xunta se ha anunciado una investigac­ión. Pero me atrevo a dar un pronóstico: como mucho se castigará al Fuenlabrad­a –poco– y nada a Laliga de fútbol. ¿Por qué? Pues podría responder con los tópicos maravillos­os con los que jugadores y comentaris­tas trufan a menudo los partidos: son cosas del fútbol, el fútbol es así. Pero escondería la realidad, más prosaica. El fútbol es una ingente maquinaria de intereses, mayoritari­amente económicos, lleno de bomberos que intentan no pisarse demasiado la manguera a no ser que un compañero les quiera dejar sin agua. Con el consentimi­ento mayoritari­o de la sociedad, se permiten tráficos de influencia­s, movimiento­s económicos y otras hierbas que solo pagan algunos, huérfanos de padrinos o víctimas de venganzas. Conclusión: la mejor manera de defender es con el balón y atacando.

En el mundo del fútbol,

la máxima de que todos somos iguales ante la ley se desdibuja

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