LOS SEMÁFOROS
Santi Moix Artista plástico
El pintor barcelonés Santi Moix (58) realizó en el Festival de Peralada un fresco sobre un muro de 4x2 metros de mortero durante los 24 minutos que duró la Música para los fuegos artificiales de Händel interpretada por la Simfònica del Liceu.
Música para los reales fuegos...
Intérpretes: Simfònica del Liceu
Dirección musical: Josep Pons Artista plástico: Santi Moix Lugar y fecha: Festival Castell de Peralada (25/VII/2020)
Extrañas sensaciones en este concierto inaugural de la “programación posible” de esta edición del Festival. Coincidentes y motivadas por la incerteza de la situación actual generada por el virus y la falta del sentido de previsión.
Si en la rica y sugerente historia de los festivales de verano en Catalunya la amenaza de lluvia fue una constante que hacía a los meteorólogos mirar con detalle sus análisis y a organizadores, músicos y público mirar al cielo con una actitud devota y a la vez de incertidumbre, esta pandemia que nos asola deja aquello como una pequeña anécdota.
Esta programación testimonial se abrió con un gesto importante por parte del Festival, con un concierto dedicado a la Sanidad, invitando a quienes se volcaron con compromiso y profesionalidad a atender a la población afectada por el virus a partir de las duras circunstancias del mes de marzo. Supongo que se pensaba que el concierto se desarrollaría en la calma posterior al terremoto conjurado por el estado de alarma, y no en medio de una posible nueva ola. Y así, en medio de estricta prevención, se presentó ante un público, reducido por las medidas, la Orquestra del Teatre del Liceu, la única que en nuestro medio da señales de vida. A comienzos del año existía aún la OBC pero de ella se sabe poco.
En realidad poco se puede hacer en estas circunstancias y se valora que los músicos del Liceu muestren su compromiso. El programa, de carácter festivo, se conjugaba con una novedad –que no es nueva– en el sentido de hacer coincidir el trabajo de un importante artista plástico con la acción musical, de lo cual resultó –ante una versión de la Música per als reials focs d’artifici de Händel una elocuente pintura de grandes dimensiones realizado por Santi Moix, motivado e inspirado por la obra musical. Me hubiese gustado verlo al final, puesto que su trabajo lo seguimos los espectadores a través de una pantalla, pero lo que vimos era una fiesta de color en una gama coincidente con la música de Händel, colores claros, contrastes y formas danzantes. La primera parte del concierto lo ocupó la Séptima Sinfonía de Beethoven, en una versión traslúcida, con una orquesta con la cuerda reducida casi al máximo, con la sonoridad de las maderas que en este magnífico rincón del jardín cerrado por la muralla sonaban más pastoriles, con un cuidado trabajo rítmico, tempo pausado y fraseo elegante con un buen director que cuidó los máximos detalles posibles dentro de las posibilidades de esta orquesta que –como diagnóstico– necesita de estos repertorios románticos y del escenario.
A la salida, expuesto con luces, el impresionante cartel del Festival, de Pablo Genovés –pensado antes de la pandemia– que rememora una naturaleza salvaje que avanza ante una cultura abandonada. Recuerdo una imagen similar en lo que quedaba de las embajadas del Eje antes de la caída del muro en Berlín, con ramas emergiendo por las ventanas.
Gracias a los organizadores por este momento de reflexión y arte.