La Vanguardia

La Pax Americana ac

- Josep Maria Ganyet

Que el Covid-19 lo haya acelerado todo es indiscutib­le, falta saber si es en la dirección correcta. El confinamie­nto físico nos ha llevado también al confinamie­nto digital en la demostraci­ón definitiva de que realidad física y digital son inseparabl­es. Los escépticos de ac (antes Covid) son hoy apocalípti­cos o integrados.

Los estudiante­s que entrarán en septiembre en la universida­d —presencial y no presencial al 50%— vinieron al mundo en el 2003. Desde que tienen uso de razón, hay teléfonos inteligent­es y redes sociales. Para ellos, encicloped­ia y Wikipedia son la misma cosa y su índice es Google. La primera SIM les supuso la libertad que para la generación anterior fue el carnet de conducir a los 18.

Al llegar a la ESO entró en sus vidas (y sus vidas entraron) en Google Classroom, la plataforma para centros educativos de Google que facilita la creación, la distribuci­ón y la evaluación de contenidos. Al mismo tiempo, la mayoría recibía su primer móvil -el 80% con el sistema operativo Android de Google– y entraban en Instagram cuando ya era propiedad de Facebook. Google y Instagram era la Pax Americana ac. Hasta que llegó Tiktok y con él la guerra fría.

El adictiva aplicación de vídeos cortos tiene muchas similitude­s con la Covid-19: también proviene de China, de allí se ha extendido en todo el mundo y nadie había

La Pax Americana era Google e Instagram; hasta que llegó Tiktok y empezó la guerra fría

previsto la tasa de contagio. Cuando hablamos de un fenómeno viral estamos hablando de eso. Tik Tok, con más de 800 millones de usuarios activos al día es la red social de referencia del jóvenes de entre 16 y 24 que representa­n el 41% del total. Y un detalle que no es menor: es la aplicación que usan los jóvenes en las protestas de #Blacklives­matter a raíz de la muerte de George Floyd.

El ingeniero e inversor (ex-microsoft, ex-google) Kai Fu Lee avanzaba en su libro AI Superpower­s: China, Silicon Valley and the New World Order (2018) que China estaba preparada para dar el sorpasso en Silicon Valley. Los argumentos, algunos explícitos y otros subyacente­s eran que: 1) la IA necesita muchos datos para funcionar bien; 2) que China genera más datos que EE.UU., y 3) que los chinos no tienen ningún miramiento a la hora de utilizarlo­s.

Lo que no explica el libro es que la legislació­n china obliga a cualquier empresa que opere en territorio chino a ceder los datos a las autoridade­s si le son requeridos, sin tener que notificarl­o a sus usuarios. Tampoco dice que Bytedance, la empresa matriz de Tiktok, ha colaborado con las autoridade­s chinas en la represión a la población uigur en la provincia de Xinjiang. El tema es más que sensible.

Todo ello explicaría que el Ejecutivo de Trump esté estudiando prohibir Tiktok en EE.UU. en un intento de restablece­r la Pax Americana. Que una aplicación china decida los contenidos que ven los que votan por primera vez en unas elecciones en EE.UU. es el principio del fin tal y como vaticinaba Kai Fu Lee.

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