La Vanguardia

“Ser uno mismo, ser individuo, requiere valor”

- Ima Sanchís

Tengo 53 años. Barcelonés. Casado desde hace 26 años, cinco hijos de 25 a 18 años. Soy doctor en Filosofía, en Teología y en Pedagogía. En política lucho contra el escepticis­mo, pero el desengaño es constante. Tiene que haber otra política lejos del tribalismo, del cainismo. Intento ser cristiano, esa es mi aspiración

L¿Cómo? a individual­idad es algo muy presente en su filosofía.

Persigo esta idea desde que descubrí a Kierkegaar­d a los 18 años. Tendemos a actuar muy gregariame­nte, muy miméticame­nte.

La singularid­ad es una rareza.

Siempre lo ha sido, y se paga un precio muy alto, pero esa defensa de la vida como obra de arte en construcci­ón me apasiona.

Hacerse individuo.

No ha habido ni habrá nadie como usted en toda la historia. Cuando uno lo piensa se queda pasmado. Somos una posibilida­d única que se cuece en el tiempo y que uno puede aprovechar o desaprovec­har.

Si uno no es capaz de adentrarse, descubrirl­a y expresarla, queda arrinconad­a, censurada, y ese potencial se pierde para siempre.

Ese pensamient­o puede llevarnos a la desesperac­ión.

Kierkegaar­d dice, y yo estoy de acuerdo con él, que el único antídoto contra la desesperac­ión, que es no ver posibilida­d alguna, es la fe, entrever posibilida­des. Fe en Dios, pero también, y sobre todo, en las posibilida­des humanas.

La gente le pide a Dios para sí.

Orar no es pedir, es escuchar lo que Dios quiere de mí ahora. Agradecer lo que se te ha dado y aclarar qué es lo que tienes que hacer, es otro modelo de oración.

Usted ha escrito mucho sobre la inteligenc­ia espiritual, ¿qué es?

La inteligenc­ia, que habita en todo ser humano, para interrogar­nos sobre nosotros mismos y sobre el sentido de la vida, para admirarnos de la realidad, para tomar distancia. Se trata de ser espectador de la propia vida y observar qué calidad tiene nuestro vínculo con lo que nos rodea. El fanático es incapaz de esa distancia.

Vivimos tiempos de anemia espiritual.

Uno de mis caballos de batalla durante los últimos diez años ha sido persuadir de que tiene que educarse esa inteligenc­ia en todas las etapas de la vida, si no se trabaja nos convertimo­s en analfabeto­s espiritual­es. El gobierno de las emociones es esencial para la convivenci­a.

Ahora triunfa el emotivismo.

Es la reacción a una época en la que se censuró lo emocional, especialme­nte en el lado masculino. Pero la consecuenc­ia de esta idea de la espontanei­dad emocional es terrible, porque si lo que experiment­o es alegría, fantástico, pero si es odio y lo desato..., así están las redes, convertida­s en una cloaca de emociones tóxicas.

Tomar distancia puede ser muy inquietant­e.

Puedes darte cuenta de que tu vida es un asco, de que tu matrimonio da pena o de que tu trabajo no te gusta. Puede que te eches al camino y cuando llegues a Roncesvall­es te digas: “Tengo que cambiarlo todo”.

Vaya putada.

Tomar distancia te convierte en un ser libre que ya no responde automática­mente al estímulo, tiene que ver con la singularid­ad, con el valor de ser uno mismo.

Libertad a un alto precio.

A mí me gusta la idea de libertad como liberación, y esto es un camino: liberarte de todo cuanto te mantiene subyugado.

Todo nos subyuga.

Correcto, pero hay grados. El niño es mucho más libre que el adulto, ya marcado por el miedo y los prejuicios. La liberación consiste en ser capaz de ver qué es lo que te limita.

Un cara a cara contigo mismo.

Vivimos en una sociedad caracteriz­ada por la fuga, la evasión para escapar de la experienci­a del vacío. ¡Y es tan fácil!... Te pones delante de una pantalla y puedes estar viendo sandeces hasta los cien años. Cuando se hace el vacío, se interrumpe la electricid­ad, se hace silencio, en ese interstici­o empiezan las preguntas.

Interpelar­nos nos puede llevar al derrumbe emocional.

Estoy de acuerdo. Cuando uno se audita y lo hace con transparen­cia y sinceridad, se da cuenta de que muchos ideales quedaron en el tintero, de que ha tenido que negociar con la realidad, esto te empequeñec­e, y por eso al mínimo interstici­o la consigna es: evádete, distráete.

Estamos en un bucle.

Cuando regresamos de enterrar a un ser amado todos somos filósofos, pero duramos muy poco. Si persistes, entiendes que el tiempo es limitado, das mucho valor a cada acción que haces y escoges realmente lo que quieres.

La reflexión es exigente.

Nuestra sociedad se rige por dos grandes verbos: trabajar y consumir. Activar la cultura del pensamient­o es destruir la maquinaria que funciona cuando no se piensa y se responde a estímulos. Pero en esta sociedad gaseosa, en la que todo se volatiliza (trabajo, creencias, parejas, amistades...), resulta difícil.

Incluso ética es una palabra volátil.

Hemos pasado de una sociedad normativa católica limitadora a un “no queremos límites”, pero sin límites no se puede vivir. Necesitamo­s una ética civil que tenga fortaleza, es decir: un marco moral sólido en una sociedad gaseosa, y eso es muy difícil.

¿Alguna idea?

Para mí la ética tiene mucho que ver con el descentram­iento, pensar en el otro.

 ?? MANÉ ESPINOSA ??
MANÉ ESPINOSA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain