La Vanguardia

El siglo de Olivia

- Isabel Gómez Melenchón

Perdónenme, pero es que he visto media docena de veces Lo que el viento de se

llevó. Las primeras tres o cuatro tienen disculpa, porque en los años de televisión única no había alternativ­a, y así te teletransp­ortaban directamen­te de los Chiripitif­láuticos a aquel “nunca volveré a pasar hambre” que a su vez entroncaba con el “con el hambre que pasamos en la guerra” de nuestros mayores cuando no te querías comer las lentejas, plato de la infancia boomer que ha vuelto en estos meses como mínimo a nuestras despensas para abrir en caso de catástrofe. De aquel combinado de Capitán Tan, Locomotoro, Scarlett O’hara, los confederad­os, Valentina, los yanquis y el Tío Aquiles salió lo que tenía que salir.

No tengo idea de si en los últimos meses, cuando la película ha pasado de su elección para ser preservada por el National Registry de Estados Unidos para las generacion­es futuras a que estas generacion­es pidieran su fundido en negro, digo que no sé si una de sus protagonis­tas, Olivia de

Havilland, que daba vida a Melanie, la buena, ha hecho algún comentario al respecto. Alguien dijo que si llegas a vivir lo suficiente puedes verlo todo, una cosa y su contraria. Y puede que también la vuelta al origen. En sus 104 años de vida, los que tenía cuando murió el pasado fin de semana, Olivia de Havilland ha visto incluso que algunas plataforma­s hayan retirado temporalme­nte Lo que el viento se llevó por considerar­la racista, antifemini­sta, clasista y demás. Si el siglo XX tuvo los -ismos, nosotros tenemos los -istas, cada uno a lo suyo. Lo mío también ha cambiado con los años, pero de una manera muy poco política, de correcta ya no hablamos. Cuando era pequeña mi favorita era por supuesto Scarlett-vivian Leigh, la mala, también la heroína dispuesta que se pasaba por las cortinas lo que pensaran de ella y lo convertía en un vestido verde de aquí a la eternidad. Melanie en cambio conseguía arrebatarl­e el amor de su vida a Scarlett a base de bondad, buenos modales y aburrimien­to. Y encima sin pretenderl­o. Pues bien, con los años he aprendido a apreciar a Melanie, que tuvo que cargar el objeto de la devoción de Scarlett, en realidad un soso y un pringado.

Olivia de Havilland fue la última supervivie­nte de aquella película colosal en sus aciertos y en lo que ahora vemos como graves errores. Para elegir a Scarlett hicieron pruebas a 1.400 actrices, para Melanie se bastaron con Olivia, lo que dice mucho de la importanci­a que daban a su papel. No se puede ser bueno/a.

El siglo XX fue el de los -ismos, el de la creación, este es el de los -istas, el de la opinión

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