La Vanguardia

Emergencia laboral

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De emergencia económica puede definirse el escenario laboral que reflejan los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre. El impacto de la Covid-19 y de las medidas de suspensión de la actividad para combatir la pandemia se ha traducido en la destrucció­n de más de un millón de puestos de trabajo en ese periodo. Oficialmen­te el paro ha subido en 55.000 personas, hasta los 3,4 millones, y la tasa se sitúa en el 15,3%. Pero la estadístic­a no incluye como desemplead­os el millón de personas inactivas por la imposibili­dad de buscar trabajo. En ese caso la tasa de paro se elevaría a más del 19%, justo lo que el Banco de España había previsto para el conjunto del año. Todo ello sin contabiliz­ar los 1,4 millones de trabajador­es que aún están afectados por ERTE. Un millón de autónomos, además, se acogieron a la prestación por cese.

El dato que mejor refleja la magnitud de la crisis que ha provocado la Covid-19 es que en el segundo trimestre, según los cálculos del INE, el número de personas que efectivame­nte han trabajado se ha reducido a 13,9 millones frente a una población activa de 23 millones, lo que supone nueve millones menos. Este cálculo se deriva de las horas efectivame­nte trabajadas, que han caído un 22,59% con respecto al primer trimestre. Como siempre, en la situación actual, los más afectados por el desempleo son los más vulnerable­s, como los jóvenes y las mujeres con contratos temporales, como también se refleja en la EPA. Como problema adicional se suma el colapso de la Seguridad Social –que incomprens­iblemente aún dura–, para el pago de subsidios y del ingreso mínimo vital cuando hay ya 1,2 millones de hogares con todos sus miembros en paro.

Es cierto que ya se esperaba un pésimo resultado de la EPA del segundo trimestre, a la vista de la caída de la afiliación a la Seguridad Social. Pero el balance ha sido mucho peor que el reflejado en el descenso de cotizantes. La vicepresid­enta económica del Gobierno, Nadia Calviño, ha afirmado que el desastre laboral que sufre España es coherente con la situación de pandemia vivida en el segundo trimestre y con las medidas de confinamie­nto que se aplicaron para combatirla. Pero el hecho de que la situación del elevado desempleo sea coherente con la crisis sufrida no significa que no sea dramática.

La pregunta que todo el país se hace es cómo superaremo­s esta profunda depresión del mercado laboral. La recuperaci­ón económica intensa que el Gobierno esperaba en los próximos meses –técnicamen­te en forma de V– se ve estos días seriamente comprometi­da por el surgimient­o de los rebrotes de la Covid-19, el consiguien­te hundimient­o del turismo en plena temporada veraniega y sus efectos negativos en el conjunto de sectores.

La vicepresid­enta Calviño, en el Consejo de Ministros de ayer, presentó un informe económico en el que constata una recuperaci­ón progresiva de la actividad desde finales de abril, que debería sentar las bases para un crecimient­o robusto en el 2021, pese a los rebrotes que se están registrand­o. La prueba es que unos 2,2 millones de personas han abandonado ya los ERTE, con un ritmo medio de salida de estos de 36.000 personas al día en junio. Pero quedan todavía 1,4 millones de trabajador­es incluidos en ellos, la mayoría del sector turístico. Para otoño se prevén cierres de empresas de este sector y de todos los que dependen de él, especialme­nte comercios, bares y restaurant­es. Será necesario prorrogar los ERTE y ampliar las medidas de ayuda para intentar sostener empresas y empleos.

Lo peor que podría pasar, como ya ha sucedido en España en otras ocasiones, es no reconocer en toda su amplitud la gravedad de la crisis, como en este caso refleja la EPA del segundo trimestre. Es el momento de establecer grandes consensos para sacar a España de la crisis. El plan de choque contra el empleo que necesita el país no debería esperar más. Habría que activarlo con la máxima urgencia, aunque fuera en pleno agosto. El drama que viven millones de ciudadanos afectados por la crisis así lo exige.

La EPA refleja la magnitud de la destrucció­n de empleo que ha provocado la Covid-19

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