La Vanguardia

Donde empieza el glamur

Dentro del espacio natural protegido de Castell-cap Roig, se erige la Barraca d’en Dalí, construida por el mecenas Puig Palau para que el artista pintara en ella sus cuadros

- Bàrbara Julbe Girona

Solo cuatro peldaños llevan a una de las más surrealist­as construcci­ones. Una edificació­n, sin señalizaci­ón alguna, que aparece de la nada en el espacio protegido del paraje natural de Castellcap Roig, en Palamós. Su puerta sesgada obliga a entrar de lado, como dejando atrás cualquier pensamient­o racional y lógico para adentrarse a algo supuestame­nte onírico. ¿A qué? A la imaginació­n, porque dentro solo hay hojas y ramas de los árboles que se han colado por las claraboyas de este espacio vacío, actualment­e cerrado al público.

Pero su atractivo es colosal. Es la Barraca d’en Dalí. Sí, la del genio ampurdanés. Alberto Puig Palau, empresario textil y mecenas (tío Alberto en la canción de Joan Manuel Serrat), propietari­o de Mas Castell (un palacio renacentis­ta de nueva planta en la finca), hizo construir esta edificació­n de piedra curiosa para que su amigo Dalí, que había vuelto de Estados Unidos y despuntaba ya con sus singulares creaciones, pudiera pintar en ella.

El mismo artista, en su faceta de diseñador e interioris­ta, hizo el dibujo de cómo tenía que ser su taller, con la puerta oblicua y las dos claraboyas y ventanas, una acuarela de 1948 que se conserva en la Fundació

Gala-salvador Dalí. El genio, que pasó algunas temporadas con Puig Palau, sin embargo, no la usó. Al menos, no consta. Prefirió Portlligat. “Dalí llegó una noche lluviosa con Gala a la casa de Puig Palau. Ella conducía el cadillac negro que se expone en Figueres y quedaron atascados por el barro de los senderos de Castell. La idea era que se quedara ahí una larga temporada para pintar. A Puig Palau le interesaba la figura de Dalí”, dice el historiado­r y escritor, Lluís Molinas.

Dalí y Puig Palau se conocían de hacía años, de aquellos encuentros cosmopolit­as y elegantes que tenían lugar en los años 30 del siglo pasado en Mas Juny, la masía ubicada sobre cala S’alguer en la misma finca, cuyo propietari­o era entonces uno de los pintores catalanes más cotizados del mundo, Josep Maria Sert, junto a su mujer, la princesa georgiana Roussy Mdivani. En una desconocid­a playa de Castell, apenas transitada por pescadores, se dieron cita en el Mas Juny artistas, políticos y aristócrat­as. Personalid­ades de ámbitos diversos como Coco Chanel, Marlene Dietrich, Visconti, Paul Morand, Francesc

Macià, Josep Pla o un joven Dalí. Fue el inicio de la llegada del glamur en la Costa Brava y la internacio­nalización de un paraje de pinares, encinares y alcornocal­es envuelto de pureza, una naturalida­d que aún se conserva. “Sert quería ayudar a las generacion­es más jóvenes y Dalí era una persona con inquietude­s, toques originales, elocuencia, inteligenc­ia, cultura y un punto de delirium tremens. Sert conecta con él y de alguna forma lo apadrina y lo introduce en las relaciones públicas y sociales”, describe el editor de la Revista Bonart, Ricard Planas. Pero el accidente del príncipe Alexis Mdivani, hermano de Roussy, y su amante en 1935 en Albons mientras se dirigían en coche a la estación de tren de Portbou, tras pasar unos días en Mas Juny, acabó con estos encuentros, que años más tarde emuló Puig Palau, el nuevo propietari­o de la finca (junto a sus dos hermanos Jorge e Isabel ).

Avatares que configuran el devenir de la historia. La que buscas o te explican porque no se publicita en carteles ni indicacion­es que te lleven desde la playa de Castell (en el camino de ronda a Calella de Palafrugel­l) hasta la barraca. Sin artilugios. Virgen. Como este paraje, blindado de proyectos urbanístic­os gracias a la fuerza popular liderada por la antigua asociación Salvem Castell y donde, además de Mas Castell y Mas Juny, se halla el que fue el estudio de Sert y un poblado íbero encima del turó de Sa Cobertera. “No todos los íberos eran agricultor­es. Estos eran comerciant­es y navegantes y porque no, tal vez pescadores”, destaca Raül Mata, técnico del Museu de la Pesca.

“No hace falta publicitar todos los elementos. La masificaci­ón quita encanto y valor. Es mágico que hayan recuerdos escondidos y el que quiera hacer el esfuerzo de descubrir la barraca, hallará la manera de hacerlo”, destaca Josep Vilanova, exmiembro de Salvem Castell. Pero en el 2021, seguro, habrá más referencia­s y nuevas pistas: “El paso de Dalí por estas calas, del que constan imágenes, se recreará en una muestra temporal en la capilla del Carme de Palamós para poder explicar cuáles fueron los primeros pasos del genio”, avanza el director del Museu de la Pesca, Miquel Martí. Y con ello se dará visibilida­d a la barraca d’en Dalí. Inevitable, es la primera construcci­ón daliniana en las puertas de la Costa Brava.

En los años 30, se dieron cita en una desconocid­a playa de Castell artistas políticos y aristócrat­as, entre ellos, el pintor

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PERE DURAN / NORD MEDIA
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