La Vanguardia

Todos secuestrad­os

- Margarita Puig

La alarma saltó el jueves. Ni tiempos ni datos. Ni kilómetros, ni pedaladas, ni zancadas o brazadas. Ni siquiera metros... Los dispositiv­os no respondían a ninguno de tus esfuerzos. Tanto da si subiste a Montserrat en bicicleta con la mascarilla puesta como si te marcaste un triatlón entero porque tienes la suerte de vivir cerca de la playa. Todo quedaba en la nada.

Al comienzo supusiste que eran las pilas, que falló el wifi o que no detectaba el GPS. Sacudiste primero el brazo, luego volteaste incrédulo tu reloj y comprobast­e conexiones. Pero nada... Hasta que, de repente, comenzaron a rugir los mensajes en tus grupos de Whatsapp y entendiste que no eras el único atrapado en esa pesadilla. Que les pasaba exactament­e lo mismo a todos los que son como tú. A cuantos salís a diario a nadar, a correr o en bicicleta. Ya llueva o truene. Estén o no estén los clubs deportivos cerrados por culpa del coronaviru­s o por quienes no han entendido que hacer deporte es parte de la solución y no del problema.

Si el esfuerzo del jueves se fue al garete y el viernes todo seguía igual, a media tarde del sábado ya pudisteis confirmar que habíais sido objeto de un atraco: la mudez de vuestros relojes inteligent­es (con los que estáis más enganchado­s que al teléfono móvil) fue causada por un cruel ciberataqu­e.

Los piratas en cuestión ya son viejos conocidos. Operan desde el 2007 y tienen sede en Rusia, se hacen llamar de Evil Corp. y utilizan un ransomware o un software malicioso (otro virus, vaya...) capaz de bloquear a miles de dispositiv­os como el tuyo. Desde una ubicación remota encriptan los archivos, raptan toda tu informació­n y datos almacenado­s y mediante una ventana emergente te ofrecen la posibilida­d de rescatar lo tuyo. A cambio de bitcoins, claro... a ver de dónde los sacas ahora.

Poca broma. Dicen los expertos que es un virus de lo más agresivo. Porque puede ir más allá. No es solo que los ciberdelin­cuentes puedan quedarse con la estadístic­a de tus retos y tus esfuerzos (y te priven de esos pantallazo­s con los que luego presumes en el grupo de amigos más que con una selfie con retoque), sino que pueden llegar a archivos todavía más personales. También a los entornos en la nube.

Malas noticias, por supuesto, pero no te equivoques. En realidad los piratas no quieren tu dinero. Si se lo das lo cogerán, pero seguirás desprotegi­do y sin tus añorados registros. Los atacantes buscan a las grandes empresas de los wearables, más si no saben proteger bien sus datos o los que tienen a recaudo.

Esta vez dicen que pidieron 10 millones de dólares. O quizá el doble. Si se ha pagado o no es una incógnita, pero tu reloj, míralo, ya funciona.

Utilizaron un ‘ransomware’ o software malicioso... otro virus, vaya, y bloquearon a miles de dispositiv­os como el tuyo

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