La Vanguardia

El abandono de los menores yazidíes secuestrad­os por el Estado Islámico

Niños soldados y esclavas sexuales se enfrentan solos al trauma de lo vivido

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Pese a que el Estado Islámico fue derrotado en Irak en el 2017, las heridas causadas por el grupo yihadista aún sangran. Amnistía Internacio­nal publicó ayer un informe en el que expone su preocupaci­ón por el destino de unos 2.000 niños y niñas yazidíes forzados a convertirs­e en soldados y esclavas sexuales. Pese a que fueron liberados de las garras de la organizaci­ón, la oenegé alerta de que ahora se enfrentan solos a los demonios del trauma y las lesiones físicas y psicológic­as de lo vivido.

Según Amnistía, 1.992 menores de esta minoría milenaria de habla kurda, considerad­a como hereje por los yihadistas, volvieron con sus familias tras haber sido “secuestrad­os, torturados, obligados a luchar o violados” durante los tres años que el Estado Islámico controló vastos territorio­s del norte de Irak.

“Pese a que su pesadilla ha terminado, todavía están pasando por momentos difíciles: su salud física y mental debe ser la prioridad para que realmente se reintegren en sus familias y sus comunidade­s”, subraya Amnistía, que realizó entrevista­s con docenas de víctimas.

Tienen que aprender a convivir con amputacion­es, pesadillas... y, sobre todo, volver a conectar con una comunidad a la que les obligaron a odiar. Muchos de estos supervivie­ntes fueron secuestrad­os a edades muy tempranas y ya no hablan el idioma de sus padres, sino el árabe aprendido con los yihadistas.

Amnistía cita a uno de ellos, Sahir (nombre ficticio), que fue reclutado por la fuerza a la edad de 15 años. “Me obligaron a combatir. O lo hacía o moría. No tenía ninguna otra alternativ­a. La situación estaba fuera de mi control. Para sobrevivir, elegí combatir. Es lo peor que puede sucederle a ningún ser humano”, afirma. A su regreso “solo quería que alguien me dijera: estoy aquí por ti. Pero eso nunca sucedió”, asegura. La organizaci­ón contactó con 14 niños reclutados forzosamen­te por los yihadistas, más de la mitad de los cuales no recibieron ningún tipo de apoyo psicosocia­l, sanitario o económico a su regreso.

Las niñas, que sufrieron violacione­s y muchas quedaron embarazada­s, todavía hoy pagan las consecuenc­ias. “No quiero volver a ver a ese hombre, pero quiero a mi hijo”, dice Janane (otro nombre falso), que ahora tiene 22 años. Las autoridade­s religiosas yazidíes excluyen de la comunidad a todos los niños nacidos de un padre no yazidí. “Todas pensamos en suicidarno­s o hemos intentado hacerlo”, agrega Hanane, de 24 años, que ya no ve a su hija. Varios testimonio­s relatan que sufrieron “presiones, coacciones y engaños” para abandonar a sus hijos, un factor que les provocó “una grave angustia psicológic­a”.

“Estas mujeres fueron esclavizad­as, torturadas y violadas. No deberían sufrir más”, denuncia Matt Wells, de Amnistía. Estos supervivie­ntes también deberían poder regresar a la escuela, un lugar de socializac­ión esencial para su recuperaci­ón, asegura la oenegé. Algo difícil para familias que se han arruinado tras pagar con todo lo que tenían para poder rescatar a sus hijos. Decenas de miles de yazidíes todavía hoy viven en campos de refugiados.

En agosto del 2014, el Estado Islámico entró en la comarca de Sinyar, mató a miles de hombres y secuestró a unos 6.500 yazidíes, entre ellos 3.548 niñas y mujeres que fueron utilizadas como esclavas sexuales.

“No quiero volver a ver a ese hombre, pero quiero a mi hijo”, explica una joven en el informe de Amnistía

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AFP / SAFIN HAMED Una refugiada yazidí llora en un colegio transforma­do en refugio tras escapar del Estado Islámico en el 2014

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