La Vanguardia

Cómo consiguió el edificio Chrysler ser el más alto de la noche a la mañana

- MAGÍ CAMPS

Walter P. Chrysler fue lo que los norteameri­canos llaman a selfmade man, un hombre que se hizo a sí mismo. Como tantas otras historias que nos han llegado de Estados Unidos, el pequeño Walter, de una familia humilde de Kansas, empezó trabajando de aprendiz en un taller y poco a poco fue ganando posiciones en el pujante mundo de la industria del automóvil, para acabar presidiend­o la Buick y la General Motors. Cuando ya era muy rico, se retiró para dedicarse a fabricar su propio coche, el que acabaría llevando su apellido. Y también triunfó. A finales de los años veinte del siglo XX terminó su gran proyecto arquitectó­nico, el rascacielo­s Chrysler (319 m de altura), en la avenida Lexington, obra del arquitecto William Van Alen.

Después de la Primera Guerra Mundial, los felices veinte fueron años de prosperida­d y, en el caso de Nueva York, de la conquista de la altura. La carrera para construir edificios más y más altos parecía que no tenía límite. Van Alen empezó a construir un edificio que entró en competició­n con el del Bank of Manhattan, en la calle del Muro, más conocido como Wall Street. Los proyectos de los dos edificios empezaron a crecer sobre la marcha, añadiendo pisos y más pisos para alcanzar el título del edificio más alto del mundo. Parecía que el Bank of Manhattan, que había proyectado el arquitecto Craig Severance, antiguo socio de Van Alen, había de ganar esa carrera de la altura, pero Van Alen y Chrysler guardaban un as en la manga.

El edificio Chysler está coronado por un pináculo de arquitectu­ra art déco que homenajea el diseño del automóvil, con unas gárgolas con forma de águila como las de los tapones de los radiadores que hacían de mascarón de proa de los coches de la época, y con otros elementos que hacen referencia a los coches de carreras. Todo construido en un tipo de acero de alta calidad, que se usaba en la industria del automóvil y no necesita mantenimie­nto.

Para dejar con un palmo de narices a los del Bank of Manhattan, la aguja de acero que corona el edificio, conocida como vértice (60,90 m de altura), se montó en secreto a través del techo falso en unas pocas horas, el 23 de octubre de 1929. El récord de este rascacielo­s, pieza maestra del art déco y uno de los edificios aún hoy más admirados de Manhattan, duró muy poco. Al cabo de unos meses, en 1931, el Empire State Building le arrebató el cetro. Pero lo peor de esta historia es que la jugada maestra de Van Alen y Chrysler no tuvo a penas repercusió­n en los medios de comunicaci­ón. Al día siguiente de montar el vértice, el 24 de octubre de 1929, la bolsa de Wall Street vivía el funesto Viernes Negro y empezaba la Gran Depresión.

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¿Cómo logró Julio César solucionar
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EL RETO
ALBERT WINTERHALD­ER / ARXIU El edificio Chrysler Y MAÑANA... ¿Cómo logró Julio César solucionar su calvicie? EL RETO

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