Nuevo récord de deforestación en la Amazonia
Récord de incendios en julio y de deforestación en lo que va del 2020
Ha pasado un año desde que miles de incendios forestales en la Amazonia brasileña acapararon las portadas de los medios internacionales y provocaron una crisis diplomática entre Brasil y Europa protagonizada por el presidente francés, Emmanuel Macron, y su homologo brasileño, Jair Bolsonaro. Y aunque este año la Covid-19 ha eclipsado la destrucción de la selva como el peligro planetario más comentado, la situación no mejora.
Según los últimos datos obtenidos a partir de millones de imágenes por satélite por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), el área incendiada este año puede ser todavía más grande que en el 2019. Al inicio de la temporada seca en la Amazonia brasileña, el número de focos de incendios batió el récord, con 6.091 fuegos registrados en julio (sin incluir los del 31 del mes) frente a 5.318 el mismo mes del año pasado. El numero de incendios detectados en tierras indígenas subió el 77% frente a julio del 2019.
Es más, la deforestación registrada en los últimos doce meses ya se sitúa el 25% por encima de la cifra para el mismo periodo del año pasado, que ya fue la más alta en décadas. Se está destruyendo a diario el equivalente a más de tres mil campos de futbol de bosque amazónico desde que Bolsonaro llegase al poder, en enero del 2019, una subida de más del 60% frente a años anteriores.
Los incendios suelen servir para quemar los rastrojos después de la tala de arboles en las grandes haciendas –muchas, ocupadas ilegalmente– y así allanar el camino para actividades extractivas y la llegada de las megamanadas de bueyes de raza cebú que abastecen la industria de carne vacuna más grande del planeta.
Por si fuera poco, la destrucción implacable de la Amazonia brasileña –con una superficie equivalente a la mitad de la UE y el 20% de las reservas de agua dulce del planeta– está cambiando el clima en otras partes de Brasil y Sudamérica. Una sequía en la región de Pantanal, en Mato Grosso, ha provocado inmensos incendios este mes.
Pese a todo eso, hasta la fecha,
Bolsonaro se ha librado de las críticas internacionales con las que tuvo que lidiar el año pasado cuando Macron hasta llegó a proponer la creación de un comité internacional para gestionar la Amazonia por su importancia para la humanidad.
El presidente de ultraderecha ha cambiado su discurso. Ya no echa culpa de los incendios a los voluntarios de la onegé de Leonardo di Caprio ni anima sarcásticamente a Angela Merkel a reforestar la selva negra. Bajo presiones de corporaciones multinacionales, Bolsonaro ha prohibido las llamadas queimadas –fuegos provocados por los agricultores para abonar el terreno para la siembra–y ha creado una nueva organización federal con poderes especiales para combatir la deforestación bajo el mando del vicepresidente, el exmilitar Hamilton Mourao.
Un posible boicot por parte de 40 empresas europeas, principalmente británicas, y diversos fondos globales de inversión como el noruego GPFG, e incluso el estadounidense Blackrock, han ayudado a forzar un cambio de actitud gubernamental al menos en público. El superministro de economía, Paulo Guedes, espera que así se desencallen las negociaciones para alcanzar un acuerdo comercial con la UE y la incorporación de Brasil a la OCDE .
El nuevo discurso ha dado resultados mediáticos, al menos. The New York Times publicó un artículo que asegura que Bolsonaro “ha dado un giro de 180 grados” y que “mucho ha cambiado en un año”.
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