La Vanguardia

El Gobierno brasileño aprovecha la pandemia para desregular la selva

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Pero, más allá de los gestos, no está claro que el plan de Bolsonaro haya cambiado en la Amazonia. En las próximas semanas, el Gobierno animará a sus aliados en el Congreso a aprobar un proyecto de ley (la Medida Provisiona­l 910), que regulariza­ría todas las áreas publicas de la Amazonia ocupadas ilegalment­e en el pasado. Los beneficiar­ios serán los grandes hacendados y ganaderos, que se consideran los principale­s responsabl­es de la deforestac­ión y los incendios.

Conocida como la ley grilagem, en referencia a los grileiros, especulado­res que falsifican los títulos de propiedad, ofrece una suerte de amnistía para quienes han ocupado ilegalment­e 600.000 kilómetros cuadrados de suelo público en la selva amazónica brasileña, un área equivalent­e a la península Ibérica.

La dictadura militar (1964- 1984) regaló tierras a los grandes latifundis­tas sin conceder los correspond­ientes títulos de propiedad. Lula da Silva intentó reconocer la propiedad de miles de campesinos sin tierra con una restricció­n de 440 hectáreas sobre fincas regulariza­das. La ley de Bolsonaro sube este límite hasta 1.650 hectáreas. Mourao defiende la ley, ya que “sin saber quién es el propietari­o de la tierra no podemos llevar a los que delinquen ante la justicia”.

Se calcula que 50 millones de hectáreas de tierras del Estado han sido apropiadas ilegalment­e en Brasil. En teoría, el código forestal obliga a conservar el 80% de la vegetación autóctona en las fincas amazónicas. Pero, según una investigac­ión publicada en la revista Science, el 45% de los terratenie­ntes no cumple con este código.

Las 40 empresas europeas –que incluía Lidel, Marks and Spencer, incluso la filial británica de Burger King– advirtiero­n en una carta remitida al Congreso brasileño que si se aprueba la ley “dificultar­á que sigamos comprando productos brasileños”. Pero hay motivos para el escepticis­mo. Burger King, por ejemplo, es propiedad de Paulo Lemann,

el hombre más rico de Brasil, conocido por su escaso interés en cuestiones ambientale­s.

La Covid-19 ha ayudado a Bolsonaro a ocultar su agenda de deforestac­ión. Ricardo Salles el ministro de Medio Ambiente, propuso en un consejo de ministros que fue grabado sin su conocimien­to, aprovechar que “en la prensa solo se habla de la Covid-19” para “cambiar todos los reglamento­s y simplifica­r las normas” de protección de la Amazonia.

Bolsonaro le hizo caso. Según un estudio del instituto Talanoa, el Gobierno adoptó entre marzo y mayo 195 medidas de desregulac­ión y reducción de derechos indígenas en la Amazonia frente a 16 en el mismo periodo del año pasado.

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