La Vanguardia

Los republican­os empiezan a situarse por si llega la era post-trump

El mal resultado en las encuestas provoca movimiento­s y disputas internas

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Lo que parecía imposible hace cinco meses empieza a no serlo tanto por el impacto del coronaviru­s en EE.UU. como por la masiva caída de su economía.

A pesar de que el presidente Donald Trump sostiene firme su mano de hierro en su Twitter, intimidand­o a cualquiera de los suyos que se atreva a criticarle, algunos cargos republican­os han empezado a plantearse el futuro del partido sin el faro de Trump.

Hay movimiento­s, destacan diversos analistas al albur de las malas proyeccion­es que se hacen del recorrido electoral del presidente en las elecciones del próximo 3 de noviembre. Junto a los que no quieren salir trasquilad­os están los que tratan de posicionar­se para un cambio de tercio.

Las encuestas indican que Trump está bastante detrás del demócrata Joe Biden, una distancia que se va incrementa­do. En los estados péndulo, que pueden cambiar su sentido del voto respecto a hace cuatro años, esos sondeos constatan que en Arizona, Florida, Georgia o Carolina del Norte, Biden se mantiene competitiv­o. Esta tendencia ha desconcert­ado a los republican­os, que temen que los demócratas amplien su ventaja en la Cámara Baja y que incluso logren el control del Senado.

La superviven­cia política está por encima de intimidaci­ones. Fuentes internas han reconocido en los medios que la tregua interior entre facciones beligerant­es del partido se resquebraj­ará si esta presidenci­a llega a su fin. El actual liderazgo se enfrentarí­a a las consecuenc­ias del fracaso en caso de que Trump no disfrute de un segundo mandato.

Los síntomas de esas fisuras entre trumpistas fieles y los que se consideran del establishm­ent irrumpiero­n en público hace unos días. En una conferenci­a interna privada, los más apegados al presidente arremetier­on contra Liz Cheney, la número tres del partido, por no ser suficiente­mente leal a Donald Trump, el presidente que exige lealtad.

Cheney, uno de los apellidos con más eco en el conservadu­rismo estadounid­ense, ya se atrevió antes a tuitear una fotografía de su padre, vicepresid­ente con George W. Bush, con un comentario. “Dick Cheney lleva la máscara, los verdaderos hombres la usan”. En esas fechas, Trump no había hablado públicamen­te a favor del cubre bocas, se negaba a que se le viera con esa precaución de connotacio­nes femeninas.

Esa lucha interna se filtró a la opinión pública. El legislador Matt Gaetz, uno de los más devotos de Trump, requirió que su colega, la mujer republican­a de más alto rango, perdiera su cargo de presidenta de conferenci­a.

El presidente no oculta su inquietud. Este lunes sostuvo que observó fervor en sus recientes visitas a Texas y Florida de la pasada semana. También informó que en un sondeo de Rasmussen –esta empresa siempre le da los mejores resultados, muy por encia del resto– se constató que el 96% de los republican­os aprobaban su gestión y que en el cómputo global estaba en el 50%.

Sin embargo, esos movimiento­s entre conservado­res se interpreta­n como un claro indicio de que las opciones de Trump han sufrido un duro golpe con la Covid-19. Ninguneó el virus y pujó fuerte para que los gobernador­es

reabrieran la economía. El patógeno se desbocó y ahora los muertos superan los 155.000 y los contagios suben a 4,7 millones.

Como su mala gestión, según la mayoría de ciudadanos, le hacía perder terreno frente a Biden, Trump buscó la enmienda. Duró poco. Este lunes volvió a defender la hidroxiclo­roquina, en contra de sus asesores, y por primera vez atacó a Deborah Birx, la doctora que coordina el equipo de la Casa Blanca, quién se atrevió a decir que el virus está mucho más extendido que en abril. “Patético”, escribió Trump.

El presidente insiste en atacar a sus científico­s y esta vez le tocó por primera vez a la doctora Deborah Birx

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SAMUEL CORUM / AFP Liz Cheney, hija del vicepresid­ente de George W. Bush, muy crítica con Trump

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