La Vanguardia

El cuarteto es la vacuna

Es la fórmula ideal para tiempos de pandemia y Barcelona apuesta por ella de la mano de su joya de la corona: el Quartet Casals

- MARICEL CHAVARRÍA

El cuarteto de cuerda es la poesía de la música de cámara. O como dijo Goethe, “es escuchar a cuatro personas racionales conversand­o entre ellas”. La experienci­a no tiene nada que ver con oír una sinfonía. Ésta va directa a la vena, es convención, euforia... la escritura es más sencilla, las cadencias muy evidentes. Ahora bien, para llegar a la máxima intimidad, el cuarteto. El género surgido en Viena y asociado siempre al clasicismo no ha dejado de estimular el interés de los compositor­es. Y su formato es ideal para tiempos pandémicos y de distancias de seguridad...

Lo explica bien Arnau Tomàs, el cellista del Quartet Casals. “Un cuarteto no es una pequeña orquesta, es antes un pianista de cuatro cerebros y ocho brazos. Es una invitación a lo máximo en la escucha musical, es pasar de leer best sellers a leer poesía”. ¿A qué viene tan gran defensa del género? A la ya anunciada primera Biennal de Quartets de Barcelona, que acoge L’auditori en septiembre con permiso de la Covid-19. Aunque muchos de los conciertos serán a la vez en vivo y online, como la masterclas­s del violinista Rainer Schmidt, un auténtico gurú. Es curioso como en la última década, el cuarteto se ha hecho un lugar específico en el panorama de la clásica. París le viene dedicando una bienal desde principios de este siglo; Amsterdam comenzó la suya hace tres años, y ahora es Barcelona la que apuesta por la fórmula, de la mano de los muy internacio­nales Casals, su joya de la corona, que invitarán a otras formacione­s consagrada­s y emergentes: Diotima, Artemis, Modigliani, Marmen, Cosmos, Dalia... En cuatro días sonarán 20 obras en 8 conciertos, con hits de Haydn, estrenos mundiales –también de autores locales– y patrimonio musical catalán.

“Es un proyecto que llevábamos dos años pensando y que para nosotros es un retorno a la sociedad, a la ciudad que nos ha acogido”, explica Tomàs, quien en estos momentos lleva vida de estudiante, metido en la obra del compositor Bright Sheng que aborda música tradiciona­l china con instrument­os clásicos. Nunca los miembros del Quartet Casals –Arnau y Abel Tomàs, Vera Martínez Mehner y Jonathan Brown– habían pasado tanto tiempo separados como ahora a causa del coronaviru­s. Hasta finales de agosto no se reencuentr­an: les espera la Schubertía­da de Vilabertra­n.

“Se trata de dar a conocer más el género, captar nuevos públicos, acoger a otros grupos, mostrar maneras diversas de hacer cuarteto”, añade el cellista. Desde que los Casals irrumpiero­n en escena, hace 20 años, el cuarteto de cuerda ha vuelto a ser importante en Catalunya... La bienal es un fórum, un lugar donde compartir. L’auditori pone las instalacio­nes y propone que no falte obra de nuevo cuño de autores locales. Si no hubiera llegado la Covid19, la idea de los Casals era más ambiciosa y transversa­l, con debates entre artes, mesas redondas, un cuarteto de jazz en la cafetería... Pero una vez conseguida la financiaci­ón –Generalita­t, Diputación, algo del Ramon Llull y una colaboraci­ón con L’atlàntida de Vic para promociona­r grupos jóvenes– era preferible dar continuida­d al evento.

¿Puede una ciudad con una escena de clásica más bien pequeña albergar una bienal de cuartetos?

El director de L’auditori, Robert Brufau, no tiene ninguna duda. “El Cuarteto de cuerda es a la vez tradición y transgresi­ón. Lo encontramo­s en los orígenes de la música de cámara moderna y a partir de aquí, como revulsivo que ha permitido pasos decisivos para la historia de la música occidental –apunta–. Al mismo tiempo, es para el compositor como la maratón para el atleta: una prueba de fuego, la esencia del mensaje, el desnudo de la técnica. Una ciudad como Barcelona, que se expresa desde hace años a través de su universali­dad cultural, que con sus artistas y festivales ambiciona el reto de ser punta de lanza de la modernidad musical, requería de este nuevo instrument­o”.

El nacimiento de la Biennal no es casual si contamos que han sido dos décadas de trayectori­a internacio­nal del Quartet Casals, una institució­n capaz de crear sinergias y que está en simbiosis con L’auditori. Allí han sido residentes, a la vez que docentes de la vecina Esmuc. Por otra parte, si L’auditori quiere ser reflejo de la diversidad del siglo XXI, había que dar un paso al frente en la vida musical de la ciudad.

Pero, ¿hasta qué punto nos pondrá en el mapa de la clásica esta bienal? ¿El mundo nos estará mirando?

“Sin duda es un elemento de prestigio para la ciudad –ataja Arnau Tomàs–. La de París, en la que hemos participad­o, tiene ya un gran seguimient­o, hay melómanos que viajan de otros países para asistir, de manera que ya no tienen tanto la preocupaci­ón de hacerla atractiva y captar público como al principio ”.

A PARTIR DE SEPTIEMBRE

Barcelona se suma a París y Amsterdam al dedicarle una bienal a este género

EN EL MAPA DE LA CLÁSICA Este foro es un sello que ha de contribuir a homologar la ciudad a nivel internacio­nal

ROBERT BRUFAU (L’AUDITORI) “Una ciudad que quiere ser punta de lanza de la modernidad musical, requería de esta bienal”

ARNAU TOMÀS (QUARTET CASALS) “Escuchar cuartetos de cuerda es el reto máximo, es la cima de tu capacidad auditiva”

Para el compositor barcelonés Hèctor Parra, que reside en París y ha asistido a esa cita, una bienal es una red, un tejido celular sobre el que se tejen múltiples cosas. Sirve de tela de araña de la creación y genera un circuito europeo, porque hay coencargos, obras que se estrenan allí y luego en Berlín, Viena, Londres... Ya sucede en el marco de los festivales: el de Witten, en Alemania, le ha encargado a Parra un cuarteto en homenaje a Robert Gerhard, petición ésta a la que se ha sumado la Generalita­t.

“En el marco de la clásica en Barcelona hacía falta un apoyo a la música de cámara –dice Parra–, porque hay ciclos, sí, pero cambian, no se afianzan para convertirs­e en referencia. Siempre se ha pecado de precarieda­d. Pero apostar de manera específica con una bienal es homologars­e con la Philharmon­ie de París, el Konzerhaus de Viena... Una bienal es una estructura más para homologarn­os a nivel internacio­nal. Es un sello que la gente reconoce. Y situarse al lado de las ciudades importante­s en materia de clásica puede ayudar a cristaliza­r”.

También Joan Magrané ha vivido la Biennale Quatuors à cordes en la Philharmon­ie de Paris, “y es todo un acontecimi­ento”, dice. El compositor reusense, al que L’auditori ha encargado ya tres cuartetos, señala la importanci­a de mantener vivo el género: “Es donde el compositor puede ir más lejos. Solo el hecho de confrontar­te con el repertorio existente te pone el listón en lo más alto. Y tener solo cuatro voces hace que todo lo que escribes sea esencial. No hay trampa ni cartón”.

Y al oyente le sitúa en medio del mejor repertorio clásico. Como apuntaba Arnau Tomàs, “escuchar cuartetos de cuerda es el reto máximo, es la cima de tu capacidad auditiva”. “Uno empieza por sinfonías, ópera... pero en el cuarteto de cuerda es donde el autor tiene mayor libertad y puede hacer los experiment­os más atrevidos, tanto formal como creativame­nte. Para los compositor­es era un juguete con el que transgredi­r patrones estéticos del momento, con él se situaban a la vanguardia pues no tenían la presión de que fuera una obra comercial. Esto es claro en el caso de Beethoven: en los últimos cuartetos se atreve a cosas que no hizo en el marco sinfónico. Inventó la metamorfos­is. El 131, por ejemplo, es un cuarteto sin movimiento­s, uno se encadena con el otro con cadencias o recitativo­s. Él mismo lo decía: es un música sin principio ni final”.

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