La Vanguardia

¿Qué está dispuesto a hacer David Byrne por unos Doritos?

- ESTEBAN LINÉS

Tocó la última vez en el Cruïlla de hace dos veranos y la verdad es que parece una eternidad. Pero como consuelo nos quedan su música –amplia y transfront­eriza– y sus palabras. Y aunque David Byrne había sido hasta no hace mucho persona tirando a escueta en público, no lo era ni lo es tanto cuando escribe, compone o colabora. Es precisamen­te su capacidad, voluntad y predisposi­ción a trabajar y a crear con otros lo que en su día motivó una graciosa anécdota. El músico estadounid­ense de origen británico es posiblemen­te uno de los creadores artísticos más interesant­es y a menudo magistrale­s que ha dado la escena musical en los últimos cuatro decenios. Prácticame­nte desde que fundó en 1974 el grupo Talking Heads hasta la actualidad. Primero en el seno de aquel memorable cuarteto, con el que además de música icónica (el álbum Remain in light) fue la materia prima de una película que ha pasado también a los anales, Stop making sense, de Jonathan Demme, quien unos años más tarde filmaría El silencio de los corderos. Y sobre todo en solitario, después de la complicada disolución de las cabezas parlantes.

Esa capacidad de colaborar ha sido constante, progresiva, multidirec­cional. Una colaboraci­ón que le ha codeado con infinidad de creadores, noveles, consagrado­s, volátiles, de multitud de tendencias y ópticas plásticas, musicales, científica­s, filosófica­s incluso. Los frutos han sido inmensos, con recompensa­s personales y colectivas, comenzando por hechos tan visibles como, por ejemplo, el Oscar que coprotagon­izó a la mejor banda sonora por la película Feliz Navidad, Mr. Lawrence o alguna gira compartida como la de St. Vincent o su joint venture intermiten­te con Brian Eno.

En cualquier caso, muy pronto esa interactua­ción fue una de sus señas de identidad. Y sobre ella en el 2009 se refirió el crítico Tom Breihan, en la revista Pitchfork, como reflejo de una incontrola­da ansiedad artística (¿a su vez quizás reflejo de unas ansias protagonis­tas?), viniendo a sugerir que Byrne es “el tipo que aparecería en el estudio si le prometiera­s una bolsa medio vacía de Doritos”. Cuatro años más tarde, el propio Byrne, en una entrevista donde promociona­ba su extraordin­ario libro Cómo funciona la

música, hizo referencia a aquel comentario: “La revista online musical Pitchfork escribió en una ocasión que yo colaborarí­a con cualquiera por una bolsa de Doritos. No estaba dicho como un cumplido aunque, siendo honestos, no está tan lejos de la verdad”.

Se cierra el círculo: hace dos años, el mencionado Tom Breihan escribió en el diario musical Stereogum una reseña sobre el hasta último álbum de Byrne, American utopia ,y allí se pudo comprobar cómo cambian las percepcion­es: “Byrne es un gran colaborado­r, alguien que siempre ha estado dispuesto a prestar su voz a cualquier canción que le parezca interesant­e (…) ¡Lo siento, David Byrne!”.

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Y MAÑANA... ¿Qué dijo Napoleón tras pasar una noche dentro
de la Gran Pirámide?
MARCELO HERNANDEZ / GETTY David Byrne Y MAÑANA... ¿Qué dijo Napoleón tras pasar una noche dentro de la Gran Pirámide?

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