La nueva escena del virus
La pandemia coronavírica está cambiando nuestras vidas a marchas literalmente forzadas. Está empujando a una transición más veloz de la imaginada hacia el mundo digital y virtual en el que ya estábamos inmersos. Y de esa transición no escapa ni el arte más presencial de todos, el teatro, nacido en la polis y que colocaba a unos ciudadanos frente a otros para contar historias, entretenerse y reflexionar sobre nuestras vidas. El confinamiento ha disparado, por necesidad o convencimiento, las propuestas de teatro virtual, digital, no presencial. Sin duda, con mayores o menores aforos, el teatro de toda la vida, el de las plateas y los escenarios, no corre peligro, pero quizá también asistimos al alumbramiento de un nuevo formato artístico a medio camino entre las tablas y las pantallas que utiliza las nuevas tecnologías que usamos ya cada día para seguir explicando nuestro mundo. Un género que cosechará unos cuantos fracasos antes de encontrar las formas que más atraen al público, que tendrá que crear hábito de pago para sobrevivir, pero que de una forma u otra parece que, como tantas otras cosas, seguirá ya entre nosotros.